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Francisco MIrambell (segundo por la izquierda) con su mujer María Elena y sus hijos Antonio, Francisco, Mónica y Melania
El mayor embajador de Salamanca en Costa Rica

El mayor embajador de Salamanca en Costa Rica

Francisco Mirambell viajó a España en 1956 para cursar Medicina. Se enamoró de la ciudad y desde entonces regresa cada año

Lunes, 10 de octubre 2022, 18:52

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Después de dos años sin visitar Salamanca por la pandemia, el costarricense Francisco Mirambell ha regresado a la ciudad de la que se enamoró cuando tenía solo 18 años.

Llegó a Salamanca en 1956 para estudiar Medicina y en 1961 regresó a su país, pero su pasión por la ciudad es tal que siempre que ha tenido ocasión ha viajado a Salamanca, primero acompañado de su mujer, después de sus hijos y ahora también de sus nietos. “Es la número uno”, asegura este médico que ha vivido también en Estados Unidos, México y Japón.

Su pasión por la ciudad comenzó hace 66 años, cuando Francisco Mirambell Solís viajó desde la ciudad de San José (Costa Rica) hasta España para iniciar los estudios de Medicina. Su padre, que era de Centelles (Barcelona), había ido al país costarricense para hacer fortuna y allí se quedó. Cuando nació Francisco, su empeño fue que su hijo conociera España, sin embargo, falleció cuando el pequeño solo tenía 5 años y no pudo realizar el viaje, pero Esther Solís, madre de Francisco, no olvidó el deseo de su marido, así que cuando cumplió los 18 años envió a su hijo a estudiar a España.

Su intención inicial fue formarse en la Universidad Complutense de Madrid, pero su sorpresa fue mayúscula cuando llegó a la primera clase donde había más de 200 alumnos. Se sintió defraudado y entonces recordó que tenía el contacto de un joven que estudiaba en Salamanca, así que junto a otro amigo viajó hasta la ciudad charra.

“Nos fuimos en busca de una barbería, llegamos a una que había en la Rúa y allí me encontré con un antiguo compañero del equipo de ‘básquetbol’ en el que jugaba en Costa Rica. En ese momento decidí que aquí me quedaba”, explica Mirambell. Ahí comenzó su romance con Salamanca. “Fue mi primer amor, luego siguió María Elena, mi esposa”, asegura.

Se matriculó en la Universidad de Salamanca y se alojó en el Colegio Mayor Hernán Cortés, situado entonces en la Gran Vía, donde vivió durante los cinco años de la carrera, un tiempo en el que no regresó a su país. “Con mi madre me comunicaba por carta cada 15 o 20 días y al final ya por teléfono”, comenta. Su estancia fue muy fructífera, compaginó los estudios con el baloncesto y con el equipo de la Universidad viajó por toda España. Como anécdota recuerda que fue abanderado de los juegos universitarios y protagonizó la primera plana del ABC. Además, durante los veranos aprovechaba para recorrer Europa. “Todos los veranos viajaba en ‘autostop’ por Europa. En Inglaterra trabajé pelando patatas y remolacha y en Alemania lavando platos para ganar dinero”, recuerda. Tras regresar se esos viajes en alguna ocasión se hospedó en la Casa de las Muertes, que funcionaba como pensión.

La aventura terminó en 1961 cuando volvió a Costa Rica con el título de Médico y Cirujano bajo el brazo, un año antes de lo normal tras pasar todo el verano en Pamplona preparándose el último curso. Se fue enamorado de la ciudad y tanto a su mujer, como a sus hijos y nietos ha tratado de transmitirles su pasión por esta ciudad. “Salamanca en lo personal es parte de mi vida y quiero que ellos la disfruten en mi compañía”, explica Francisco Mirambell y su hija Melania así lo corrobora: “Ha tratado de enseñarnos lo rica que es Salamanca y estamos orgullosos de venir todos en esta ocasión”.

Este médico especializado en Radiología se ha convertido en el mejor embajador de Salamanca en Costa Rica. Además, mantiene una estrecha relación con Alumni, así que ha estado presente en los momentos más importantes: el 50 aniversario de su promoción de Medicina o el VIII Centenario. Su deseo ahora es que sus nietos se animen a estudiar en Salamanca. Felipe, el mayor, se muestra dispuesto: “Me encanta esta ciudad y mi abuelo siempre me muestra el amor que siente por ella”. Para Mónica, una de sus hijas, viajar a Salamanca “es como una tradición”. Hasta pronto.

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