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Las míticas garrafas de cinco litros de La Platina.
Instalaciones de la embotelladora de La Platina

El agua salmantina filtrada por la piedra de Villamayor que fue la mejor de España

El manantial de La Platina, que ahora ha vuelto a brotar en los bajos del Instituto de Neurociencias, fue un referente a nivel nacional

Martes, 3 de marzo 2020, 20:45

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Cualquier salmantino que no sea milenial recordará perfectamente el agua de La Platina. Formó parte de nuestras vidas durante décadas. Un agua repleta de propiedades que teníamos a la vuelta de la esquina. A escasos metros del cementerio San Carlos Borromeo. Un agua de Salamanca y que era el orgullo de sus ciudadanos. Los más viejos del lugar recordarán incluso cuando acudían con unos cántaros al manantial en busca de ese líquido elemento. En 1964, el agua de La Platina se declaró de utilidad pública, lo que propició la construcción de la embotelladora y su comercialización.

A finales de los años 90 del siglo pasado, la urbanización de los terrenos de La Platina provocó que la embotelladora desapareciera y el agua salmantina por excelencia se esfumó de nuestras casas. Eso sí, el manantial siguió latente. Debajo de esa tierra que está urbanizada, pero que espera a que se construyan bloques de viviendas. Tan latente que hace unos días el agua de La Platina volvió a salir a la superficie. Y lo hizo en los bajos del edificio del Instituto de Neurociencias de Castilla y León.

¿Cuál era el secreto del agua de La Platina?

El agua de La Platina no era un agua cualquiera. Si nuestros mayores acudían hasta este manantial en busca del líquido elemento era por algo. Sabían que era especial, y eso se corroboró a finales de los años sesenta del siglo XX cuando se construyó la planta embotelladora y comenzaron a hacerse análisis periódicos. El agua de La Platina destacaba por su baja mineralización, su falta de flúor y sus propiedades diuréticas y digestivas. Se extraían entre dos y medio y tres litros por segundo a sesenta y dos metros de profundidad. Un agua que, en ningún caso, llevaba menos de cuarenta años debajo de la tierra.

En una entrevista publicada en LA GACETA en 1997, el gerente por entonces de La Platina, José Antonio Puertas, aseguraba que uno de los secretos del agua era que el manantial surgía en las areniscas de Villamayor. “Las canteras de la localidad son el mejor filtro natural concediendo una fineza extrema a las aguas”, aseguraba. Paradójicamente, uno de los símbolos de Salamanca, como es la piedra de Villamayor, confería al agua salmantina por excelencia sus magníficas propiedades.

En La Platina se envasaban diariamente a finales de los años 90 del siglo pasado casi 15.000 botellas de cinco litros al día, que acababan en puntos tan diversos de la geografía española como Valladolid, Madrid, Toledo y Sevilla. Unas botellas que muchos recordarán por su peculiar forma y que acababan tanto casas particulares como en negocios. Su fama hizo que en el año 1995 fuera considerada la mejor agua de España, según las catas realizadas por la revista profesional de vinos y licores “Sommelier”. Diez años antes, en 1985, sus propiedades diuréticas y digestivas le hicieron merecedora de la Medalla de Oro a la Calidad.

José Antonio Puertas aseguraba en aquellos años que las sequías sufridas en Salamanca nunca habían afectado al manantial. Además, su protección se extendía a 200.000 metros cuadrados a la redonda, donde no se podían efectuar actividades que afectaran al agua de La Platina.

La leyenda del cementerio

Algunos pensaban que el secreto del agua de La Platina no eran los minerales ni la presencia de la piedra arenisca de Villamayor. Sus propiedades, casi curativas, radicaban en la cercanía del cementerio San Carlos Borromeo. Francisco García, geólogo asesor de la embotelladora en 1995, hablaba en LA GACETA de esa especie de leyenda urbana de la época insistiendo en que había que desmentirla.

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