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José Moreiro, donde estudió Garzón. ALMEIDA
Los diarios del penúltimo de Filipinas

Los diarios del penúltimo de Filipinas

El militar mirobrigense Francisco Garzón vivió in situ los dos últimos años de la dominación española en el archipiélago hasta 1898. El historiador de Navasfrías Jose Moreiro acaba de publicar sus recuerdos

Roberto Zamarbide

Salamanca

Lunes, 21 de abril 2025, 21:01

Universitario y capitán del Ejército, el mirobrigense Francisco Garzón dejó testimonio en sus diarios de las penalidades que sufrieron los militares españoles en la guerra de Filipinas, en la que fue testigo directo del fatal desenlace que condujo a la pérdida de la colonia. El historiador José Moreiro Píriz ha transcrito y contextualizado el testimonio de Garzón en 'Notas de mi viaje a Filipinas', libro editado por la Diputación de Salamanca.

Nacido en Ciudad Rodrigo en 1852 e hijo de herrero, Francisco Garzón Sevilla estudió la Segunda Enseñanza en el Seminario Conciliar de Ciudad Rodrigo y entró en el Ejército en 1873, al ser movilizado tras el estallido de la Tercera Guerra Carlista. La necesidad de oficiales le permitió ascender con rapidez y, tras varios destinos, volvió como alférez al Batallón de Reserva de Ciudad Rodrigo. En los años siguientes, pudo reanudar sus estudios hasta licenciarse en Ciencias Físico-Químicas y en Filosofía y Letras por la Universidad de Salamanca. De estos estudios se doctoró en 1892 en la Universidad Central de Madrid.

Después de su ascenso a capitán en 1896, el Batallón de Cazadores de Ciudad Rodrigo, al que pertenecía, fue destinado a una de las unidades creadas para sofocar la insurrección en Filipinas, que daría lugar a la guerra contra el gobierno colonial español y, finalmente, a la independencia del archipiélago en 1898.

«El diario narra todas las actividades que realizó en aquella campaña», refiere el autor. «Iba convencido de que volvería de la guerra ascendido a comandante. Lamentaba también haber dejado a su familia [su esposa Maximina y seis hijos], y en sus escritos hay cierta crítica a la actuación de sus mandos, como Fernando Primo de Rivera, capitán general de Filipinas hasta la derrota».

Desde su llegada, el 17 de enero de 1897, Francisco Garzón participó de forma destacada en numerosas operaciones contra los tagalos insurrectos, como la protección del fuerte de Las Piñas, las tomas de Talisay y Magaludo, y otras acciones bélicas, por las que recibió varias condecoraciones. Pero el relato del salmantino destila una cierta amargura por la dureza de las misiones y la injusticia de los mandos.

«Garzón se lamenta en su diario de cómo los mandos incurren en el nepotismo y el amiguismo para conceder las medallas», señala Moreiro. «Él tenía una medalla con distintivo rojo, que daba derecho a pensión, y otras tres que no eran pensionadas. Pero la pensión de esas medallas era insignificante», asegura.

Tras incontables fatigas y padecimientos, Francisco Garzón causó baja por enfermedad en el Batallón de Cazadores Expedicionario número 1 y pasó al «cuadro eventual de reemplazo con expectativa de destino». Permaneció en Manila durante todo el tiempo que duró el asedio de la flota de Estados Unidos, de abril a agosto de 1898.

Concluida la guerra con la decisiva intervención estadounidense, Garzón pudo embarcar en Manila el 31 de octubre de 1898 rumbo a España. «No fue de 'Los últimos de Filipinas', pero regresó de los primeros, con el resto de heridos y enfermos». Tras desembarcar en el puerto de Barcelona el 13 de diciembre, falleció en el Hospital Militar, sin poder cumplir su anhelo de regresar a Salamanca. Tenía solo 46 años.

«Tenía conciencia del momento histórico que se vivía»

El autor descubrió la figura de Francisco Garzón tras contactar con su nieto Antonio, en Aldea del Obispo. «Me dijo que tenía un diario manuscrito de su abuelo. Me mandó escaneadas varias páginas y me puse a investigar en la Universidad, en la Academia Militar de Sevilla y en la prensa de la época».

«Él comienza a escribir su diario en diciembre de 1896, cuando emprende viaje en tren desde Madrid hacia Barcelona», cuenta José Moreiro, comandante retirado de la Guardia Civil. Los trabajos de transcripción del diario le llevaron al autor casi un año, y ocupan cerca de la mitad de las 223 páginas del volumen. «Me llamó la atención, en sus escritos, su estilo ameno, en el que también noté cierta tristeza y abatimiento». «Se nota, además —añade— que, como los escritores de la Generación del 98, tiene conciencia del momento histórico que vive el país».

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