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Desde la pandemia Salamanca ha perdido cerca de 800 comercios de profesionales autónomos, los más pequeños y vulnerables. Esta es la estimación de la Asociación de Empresarios Salmantinos del Comercio (Aesco). Si en prepandemia eran 5.500 los establecimientos comerciales existentes en la provincia, más del 60% eran de trabajadores por cuenta propia. «Es decir, de los 3.500 negocios de autónomos que había antes del coronavirus han desaparecido 800, casi uno de cada cuatro», denuncia el presidente de la asociación, Benjamín Crespo.
Además de la pérdida económica, estos cierres también suponen una merma de identidad para los municipios y para la propia capital del Tormes, especialmente tras las sucesivas clausuras de negocios singulares, sobre los que ahora pone el foco especialmente la agrupación de comerciantes. «La protección de estas tiendas es básica para salvar los negocios pero también para mantener la identidad de la ciudad como atractivo turístico», defiende Crespo.
Reclama un plan de protección para el comercio tradicional y para que estos profesionales puedan hacer frente a la competencia que suponen las cadenas de franquicias de gran formato. «Para hacerlo fundamentalmente hace falta dinero», defiende. No obstante, considera que más que una subvención, se requiere una compensación a la riqueza que generan estos comercios emblemáticos y reseñables, ya que ayudan a atraer al turismo. El plan, según Aesco, debe incluir medidas especiales para los establecimientos emblemáticos como impuestos más bajos, exención de tasas y otras iniciativas que les permitan sostenerse como actos promocionales o formación. «Sería devolverles lo que aportan, una especie de premio», matiza Crespo. Reclama campañas conjuntas a la altura de las que lanzan las cadenas, las principales competidoras para este colectivo.
«Deberíamos incluir el plan por salud de tejido empresarial, pero también por identidad de nuestro arraigo», insiste el presidente de Aesco. Las medidas planteadas por la agrupación de comerciantes serían una ayuda para evitar cierres de comercios emblemáticos como los que asistimos en los últimos tiempos. Negocios que además de prestar servicios cada vez más difíciles de encontrar, que confieren singularidad a las ciudades y evitan el fenómeno de la gentrificación: el desplazamiento de vecinos y negocios de toda la vida. Desde que comenzó el año LA GACETA se ha hecho eco del cierre de seis negocios de toda la vida, cinco de ellos en la propia capital. Se trata de establecimientos que han acabado su actividad o que han anunciado el cierre tras un periodo de liquidación. Entre ellos se incluye Muebles Huebra, con 188 años de historia, en la calle San Pablo. También el mítico Bicicletas Gómez en el paseo de la Estación, la librería La Galatea en la calle Libreros, Ara Moda en Pozo Amarillo y Paco Rascón en la calle Toro, a los que se suma el último restaurante del núcleo de población de El Casarito.
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