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Representantes de las hermanas, en el salón de recepciones del Ayuntamiento.

«Tenemos casos de niñas prostituidas con 6 años»

Las hermanas oblatas difunden su apoyo a pequeñas que se ceden a cambio de una bolsa de harina en Argentina y jovencitas con edad «sangrante» en España

Belén Hernández

Salamanca

Domingo, 22 de octubre 2023, 06:30

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«Cuando hacemos las salidas de campo vamos a visitarlas a las calles, a las plazas, a los hoteles... Encontramos varones, pero la mayoría son mujeres, algunas muy pequeñas de 12 o 13 años y otras menores de 6 años en adelante», relata Mirta Sánchez durante su paso por Salamanca junto al grupo de 40 hermanas oblatas llegadas desde tres continentes, una congregación dedicada a ayudar a profesionales de la prostitución en 16 países.

Sus ojos claros, grandes y redondos como de niña no delatan los horrores que habrán visto en los barrios de Rosario, una ciudad de Argentina donde algunos progenitores dan una patada a su obligación de protección a cambio de un saco de harina, aunque sus niñas tengan muy pocos años.

«Vemos situaciones de padres que por comer dan a sus hijas para que las tengan todo un día a cambio de una bolsa de harina. Se las llevan por la mañana y las regresan por la noche o a los dos días».

Realidades horribles que sobre todo ocurren en las fronteras de las provincias argentinas fruto de la pobreza y la extrema incultura. «En las ciudades es más difícil que accedamos a ellas porque trabajan en privados en los que no podemos entrar», continúa la religiosa, que dedica su labor a acompañar a estas mujeres y a conocer su situación.

«Luego vemos si podemos hacer alguna denuncia, pero la Policía y las instituciones tardan en preparar los allanamientos entre dos y tres meses. En todo caso, nunca agarran al jefe», lamenta.

En primera instancia los psicólogos y las trabajadoras sociales son los que tratan a las víctimas. «En segunda instancia estamos nosotras, las hermanas y un grupo de laicos que intentamos buscar su hogar, ver las relaciones que tienen y si su situación fue el resultado de una venta de familia».

Mirta traslada la realidad más cruel que, aunque se produzca con un océano de por medio, no deja de estremecer.

Pero la labor de Asunción dentro de nuestras fronteras no es mucho mejor. «En España no hay tanta diferencia con otros países. En concreto en Canarias, donde somos lugar de frontera, es conocida la llegada de migrantes de forma continua. Muchas de estas mujeres llegan en patera, principalmente desde América Latina».

Asunción explica que recalan buscando una alterativa en Europa, especialmente en España, pero lo que encuentran es la prostitución. El perfil más común son mujeres que llegan sin opciones porque no tienen papeles, relata Nieves, centrada en la problemática de Alicante.

Menuda, con gafas y con aspecto de resolutiva y de ver de lejos los problemas. «No pueden incorporarse en el mercado laboral y la alternativa que tienen es la prostitución. Por eso abordamos acciones formativas con ellas para que les sea más fácil encontrar un trabajo y que aumenten las posibilidades de inserción».

«Lo más sangrante es la edad de las mujeres. Muchas son menores o jóvenes de 18 o 22 años», explica Asunción sobre una realidad que se vive dentro de nuestras fronteras.

Cuenta que haber ejercido el oficio más antiguo del mundo les deja una macha, no solo física. «Sus condiciones a nivel mental pesan mucho, algo que obliga a cambiar la metodología de intervención porque requiere un proceso más psicológico debido a las dificultades sociales que arrastran y al nivel económico en el que se encuentran», añade.

Las oblatas también trabajan en Valladolid. «Allí se encuentran situaciones prácticamente idénticas, personas en situación de trata», advierte Nieves.

No son todas las que se prostituyen, pero sí se atienden a víctimas de este tipo a poco más de una hora de Salamanca. «Algunos casos se identifican y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado intervienen, pero en otros no y hacemos una labor de acompañamiento y ayuda, pero se quedan sin protección», lamenta.

Puri y Pura se parten el alma en Lisboa, donde a todos estos problemas se suma el de la falta de vivienda. «Un cuarto les puede costar 500 euros y no los tienen».

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