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Ningún problema en llevar el coche hasta la orilla del río: los años 60. Foto: Felipe Torres. Propiedad: Diputación de Salamanca. Depósito: Filmoteca de Cyl
'MEMORIAS EN BLANCO Y NEGRO'

Así eran los baños en el Tormes que marcaron a varias generaciones

Las riberas del río fueron durante décadas espacio de ocio y alivio de calores en los días más calurosos del verano

Domingo, 27 de julio 2025, 07:56

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Hubo un tiempo, no hace muchos años, en que los salmantinos se refrescaban en los meses de verano bañándose en el Tormes. Era así de simple. Desde siempre, el río proveía del agua potable, sus vecinos lavaban la ropa en sus aguas y, al final del proceso, vertían en él sus residuos. Los herederos de la vieja Helmántica levantada sobre el río en la época romana se servían de él. En el último siglo, la introducción de hábitos de higiene y prevención sanitaria trajeron la potabilización y la depuración de las aguas. Pero el mar seguía estando demasiado lejos y no todas las familias disponían de automóvil.

Desde que existen fotografías y se tiene memoria, el río Tormes ha sido refugio, alivio y escenario de ocio estival. Mucho antes de que las piscinas municipales llegaran a los barrios, los vecinos de Salamanca encontraban en el Tormes su particular mar interior donde disfrutar sencillamente del agua y la naturaleza.

Un grupo de niños se divierte chapotenado en el Tormes en las cercanías del puente del Pradillo. Cándido Ansede. Propiedad: Tatane Ruiz Ansede. Depósito: Filmoteca de CyL

Los baños de los trabajadores de las tenerías instaladas aguas arriba del Puente Romano, donde se lavaban las pieles a los animales, son una de las primeras referencias de baños en el río. Precisamente por aquella zona, a mediados de los años 30, el Ayuntamiento que presidía Miguel Íscar proyectó una piscina en el Tormes, en la zona conocida como el Cabildo, una planicie situada entre Mirat y el convento de las Bernardas. Los servicios ideados, con agua caliente, solarium, bar y zona gimnástica, acercaban la ambiciosa instalación al concepto de balneario. Pero el elevado presupuesto y las elecciones municipales de 1936 frustraron aquella primera piscina.

Piscina de bidones

Tras la Guerra, y a falta de otras instalaciones, el Tormes se fue convirtiendo en recinto deportivo para la práctica de disciplinas acuáticas, como remo, piragüismo o natación. Algunos arriesgados saltadores se atrevían a lanzarse desde el puente Enrique Estevan. En 1958 el Servicio de Deportes instaló con la ayuda de la base de Matacán una piscina frente a las huertas de la Fundación Rodríguez Fabrés. Medía 33 x 20 metros, estaba situada a 50 de la orilla y delimitada con un perímetro hecho con bidones lastrados, sobre los que unos tableros hacían de pasarela.

Con el crecimiento de la ciudad y los nuevos usos sociales, fueron consolidándose como zonas de baño las Tenerías, cerca del antiguo barrio de los curtidores, donde el río calmaba sus aguas, y sobre todo la pesquera, la conocida represa de piedra que se convirtió en un balneario urbano de hecho para la población salmantina. Muchos vecinos, de los que no pocos aun lo cuentan, aprendieron a nadar en la orilla cercana al molino de la vieja fábrica de harinas, hoy convertida en establecimiento hotelero.

Tres mujeres se divierten chapoteando en la orilla. fotos: Manuel Escudero. Propiedad: Sebastián Escudero Cordón. Depósito: Filmoteca de Cyl

Los domingos, familias enteras bajaban al río: las mujeres extendían mantas sobre la hierba, los niños jugaban en los remansos y los hombres se aventuraban a cruzar nadando de orilla a orilla. Era habitual llevar la cesta con la comida y bebidas con hielo y pasar allí la tarde entera. Los chavales, por su parte, se retaban a nadar hasta aquellos juncos o a competir en carreras de flotadores hechos con cámaras de neumáticos.

En los duros años 40 y 50, con el paulatino aumento del ocio familiar y la falta de piscinas públicas, el baño en el Tormes vivió su época dorada. La isla del Soto, en Santa Marta, era un enclave perfecto, con sombra, vegetación y zonas de agua mansa donde los niños podían bañarse sin peligro. Y en la margen izquierda, la playa de arena junto al Arrabal, que los salmantinos frecuentaron hasta los años 70.

Varios niños juegan en el río. fotos: Manuel Escudero. Propiedad: Sebastián Escudero Cordón. Depósito: Filmoteca de Cyl
En los años 50 y 60 se acotaron en varias ocasiones determinados tramos del río con corcheras y elementos flotantes para la práctica de deportes acuáticos.
Los ciudadanos disfrutan del ocio en ese merendero cerca de la aceña del Arrabal Foto: Felipe Torres. Propiedad: Diputación de Salamanca. Depósito: Filmoteca de Cyl
Dos niñas de corta edad se adentran en el Tormes llevando un flotador en la mano. foto: Manuel Escudero. Propiedad: Sebastián Escudero Cordón. Depósito: Filmoteca de Cyl

También se popularizó la playa de los Arenales, poco más abajo del Puente de la Universidad, donde los salmantinos instalaban sus toallas y disfrutan de la naturaleza a dos pasos de casa. Con el tiempo aparecieron los vendedores ambulantes ofreciendo refrescos, helados o pipas, mientras la chicos jugaban a la pelota y chapoteaban en la orilla.

El acceso al automóvil dio a las familias la posibilidad de buscar otros parajes fluviales para bañarse fuera de la capital. Fue el momento de la Aldehuela, la playa de Benidorm y el arenal del Ángel , con la proliferación de restaurantes y chiringuitos que regalaron felicidad a muchos salmantinos de la generación de «baby boom». Desde los años 80, la extensión de la red de piscinas municipales y las ordenanzas sanitarias fueron extinguiendo los tradicionales chapuzones en el Tormes. Aunque es de justicia reconocer que no del todo.

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