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Experto en internacionalización, estrategia de mercado y negociación, desde 2006 Julio Ceballos dirige en China el negocio de marcas líderes y asesora a empresas occidentales en su implantación en el mercado asiático. El 8 de mayo ofrece la conferencia «Más allá de la fábrica del mundo. Oportunidades y desafíos del auge de China» en la Cámara de Comercio.
¿Podemos fiarnos de China?
—China despierta mucho recelo porque es un gigante en términos demográficos, geográficos y económicos que no deja de ganar poder e influencia. Pero la mayor fuente de inquietud son nuestra falta de preparación, improvisación y cortoplacismo. Para fiarnos de China tenemos que entender que operan con una lógica diferente a la nuestra. Si miramos su comportamiento y su estrategia con el prisma de nuestra cultura y nuestros valores, lo más probable es que no solo no nos fiemos sino que se incremente la desconfianza. Todo ello, teniendo claro que China no regala nada, pero sí brinda muy buenas oportunidades a quien le ayuda en sus objetivos.
¿Nos van a «comer» los chinos?
—Nos van comer si dejamos que nos coman, pero no solo los chinos, sino también los americanos, los rusos y cualquiera que tenga una hoja de ruta propia clara. Los chinos no tienen un ánimo expansionista ni de implantar su sistema fuera de sus fronteras. Sí tienen, y nosotros no, una hoja de ruta que basan en la educación, la inversión, el talento y la tecnología, y, sobre todo, en la voluntad decidida de mejorar continuamente. Esto es un enorme problema para aquellos, como nosotros, que apostamos por la mediocridad, el cortoplacismo, la improvisación y por depender de otros. No tenemos autonomía tecnológica ni suficiente autonomía industrial. Ahí radican nuestras debilidades. No podemos aspirar a nada relevante si seguimos dependiendo industrial y tecnológicamente de otros, ya estén del otro lado del Atlántico o en Oriente.
¿Cómo podemos competir?
—China no es un enemigo natural ni de Europa ni de España, y podemos convertirlo en un socio estratégico si dejamos de actuar como satélites de Washington o de Pekín. Lo que necesitamos para competir, pero también para convivir pacíficamente, con China y con Estados Unidos es una política de colaboración pragmática y selectiva, que no nos haga depender ni de uno ni de otro, ni buscar una confrontación ciega. Necesitamos diversificar el riesgo y evitar quedar atrapados en el sándwich entre ambas superpotencias rivales en el que estamos ahora, volver a apostar por la innovación tecnológica, invertir en educación, buscar el talento a largo plazo, así como reactivar la colaboración público-privada y apoyar decididamente a sectores estratégicos. Necesitamos establecer alianzas que no solo dejen dinero en la balanza comercial, sino que dejen impuestos, empleo y tecnología.
¿Es posible no posicionarse en esta gran batalla comercial?
—Creo que sí. Si logramos manejar la relación con China de manera autónoma e inteligente, podemos estar en condiciones de diversificar el riesgo en el que ahora estamos. La jugada no es sencilla. Hay que nadar y guardar la ropa. España como Europa debe convertirse en una bisagra pragmática entre China y Estados Unidos, y también con América Latina. Se trata de mantener un papel neutralmente activo, inspirándonos en la estrategia que están desarrollando, por ejemplo, Vietnam, Singapur o Suiza, que se demuestran amigos de todos y satélites de nadie. Hay que posicionarse como interlocutores confiables y útiles para ambas partes.
Amigo de todos, satélite de ninguno... ¿Es la forma de salir invictos?
—Sí. Debemos negociar con China y con Estados Unidos acuerdos que ayuden a reducir nuestra vulnerabilidad, las asimetrías que todavía existen en las balanzas comerciales, condicionando, por ejemplo, la apertura de nuestros mercados a inversiones tanto estadounidenses como chinas que conduzcan a una transferencia tecnológica y a la presencia de multinacionales, americanas y chinas en sectores que aportan un valor añadido.
¿Qué es lo más atractivo que Salamanca puede ofrece a China?
—Está claro que el sector porcino, empezando por Guijuelo, es la punta de lanza. Pero luego, en Ciudad de Rodrigo también hay minería importante, crítica para tecnologías avanzadas. Los yacimientos que tiene la provincia permiten diversificar un poco el riesgo que supone que la práctica totalidad del refinamiento de esos minerales esté manos chinas. Es algo a proteger. Y luego, Salamanca sigue siendo barco insignia del tejido universitario español. Hay un crecimiento en el volumen de estudiantes chinos que cursan programas académicos en Salamanca o que acuden a ella a aprender español. Todo eso hay que protegerlo y hay que fomentarlo.
¿Podemos confiar en un sistema comunista?
—Debemos dejar de preguntarnos cuestiones que son del siglo XX, de una mentalidad de Guerra Fría. Seguimos obsesionados en etiquetar a China y debemos empezar a preguntarnos, sin renunciar a un ápice de nuestros valores, libertades y principios, es si su modelo funciona, cómo y por qué. Esa es la respuesta a que intenta atender mi libro. Ellos no ideologizan su progreso, sencillamente lo ejecutan. Cada vez que importan una medida de Occidente no se preguntan si es democrático o autocrático, si es capitalista o comunista, solo si funciona, si les sirve para alcanzar sus objetivos. La clave de su prosperidad es el pragmatismo extremo. Mientras nosotros debatimos, ellos planean, ejecutan e invierten. Les importa la eficacia.
Entonces, ¿ve un acierto en el acercamiento de Pedro Sánchez a China?
—La estrategia de Sánchez respecto a China es acertada. Tener buenas relaciones es siempre una buena idea. España se ha demostrado un socio confiable de Estados Unidos. Y es un firme defensor del proyecto europeo. Pero nuestra relación con China debe ser complementaria a esa relación con Estados Unidos, no es excluyente.
Su conferencia será en la Cámara de Comercio, ¿qué mensaje va a trasladar a los empresarios que acudirán?
—Realmente yo no me dedico ni escribir libros ni a promocionarlos. Yo hablo el lenguaje de la empresa y es con quien más conecto. A los empresarios, les diré que es difícil desarrollar negocios e implantarse en China, pero no imposible. No basta con llegar, es necesario comprender que China no regala nada, pero concede grandes oportunidades a quien demuestra compromiso. China exige audacia, pero, sobre todo, prudencia, largoplacismo, y llegar con la tarea muy bien hecha.
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