

Secciones
Destacamos
Veinte años han pasado desde que un grupo de voluntarios hicieron realidad un proyecto con el que soñaban desde hace tiempo: crear un ropero solidario en el barrio de Puente Ladrillo. Desde entonces, el número 81 de la calle Jesús Arambarri, se ha convertido en la esperanza de aquellos que llegan a Salamanca sin absolutamente nada, pero también un refugio para las familias salmantinas más vulnerables que afrontan dificultades.
«El sacerdote Antonio Romo fue muy importante para el barrio y tenía siempre la casa abierta a los más necesitados. Primero vivieron con él los jóvenes del barrio con distintas problemáticas y luego comenzaron a llegar inmigrantes latinoamericanos», explica Chuchi Razquin, uno de los fundadores y organizador del Ropero. En ese momento, un grupo de personas sensibilizadas con los proyectos del padre Romo dirigidos a los más vulnerables, entre ellos él, crearon una asociación de inmigrantes sobre el año 1998. «Nos juntábamos con ellos los domingos y comenzamos a ver las necesidades. No solo se trataba del trabajo o la vivienda, muchos de ellos necesitaban ropa», reconoce a este medio.
A partir del año 2000, el ropero solidario de Puente Ladrillo se convirtió en una realidad. Al principio, los voluntarios de este proyecto empezaron en una habitación compartida con el Banco de Alimentos. A día de hoy, se encuentran en un local más amplio cedido por la parroquia del barrio. El organizador del Ropero se lamenta, ya que «la necesidad sigue siendo enorme». «Cuando abrimos venían muchos inmigrantes, pero también gente de la ciudad con situaciones difíciles. Siempre hemos sido un gran apoyo para ellos y, lo más triste, es que la gente que tenía dificultades en aquel momento siguen teniéndolas ahora», reconoce. En los últimos años, han acudido al ropero inmigrantes de Latinoamérica, de Venezuela, de Ucrania, de Países Africanos o de Europa del Este.
Actualmente, el Ropero funciona gracias al equipo de voluntarios y se nutre de las donaciones de los propios salmantinos. «Somos una veintena de voluntarios y no dependemos de ninguna institución», reconoce. La ropa donada es seleccionada por los trabajadores del Ropero, se clasifica, se separa y se cuelga en las estanterías . Además, desde hace un tiempo ofrecen un curso de corte y confección en colaboración con Santiago Uno. La última edición se destinó a un grupo de mujeres jóvenes de etnia gitana.
El organizador del Ropero comenta a este medio que, después de 20 años inmerso en este proyecto, tiene «sentimientos encontrados». « Es fantástico que un proyecto dure tanto y, a su vez, es una pena que tengamos que seguir. La necesidad no termina y no nos queda otra. Es una suerte donde hemos llegado gracias a un equipo de gente que ha currado muy bien», reconoce.
Además de ayudar a los más vulnerables, Razquin recuerda también que este proyecto beneficia también al medio ambiente. «Damos una segunda vida a la ropa. Estamos hablando de que al año recibimos cerca de 30.000 kilos de ropa que nos sobra a los salmantinos. Eso es un abuso», afirma. El equipo de dirección todavía no tiene un futuro claro para el proyecto, ya que los voluntarios cada vez tienen más edad y todavía no se presenta un relevo generacional «contundente».
El Ropero está abierto todos los lunes por la mañana de 11:00 a 12:30 horas y los lunes y miércoles por la tarde de 16:30 a 18:30. Las personas que necesiten ayuda o quieran donar ropa solo tienen que acudir en ese horario. Además, desde la organización recuerdan que los productos que más escasean son las sábanas, abrigos y mantas.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.