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«Caminamos por el suelo con la idea de que a lo mejor estamos pisando un dedo a una persona, por desgracia, ya que no se ve lo que hay debajo de tantos y tantos centímetros de agua y barro», expresan emocionados a LA GACETA electricistas salmantinos que desde el pasado día 1 de noviembre dejaron sus casas para partir hacia los municipios valencianos más golpeados por la DANA.
Héctor, Pedro, José , Manuel , Guillermo, Pablo, Miguel, Daniel, Alejandro, Agustín, Carlos, Macías, Iván y Alberto son algunos de los 'ángeles de luz' que trabajan en la zona cero de la catástrofe para devolver el suministro eléctrico y la esperanza a los vecinos afectados. «Fuimos la mitad de los compañeros de la empresa y este jueves volveremos a hacer relevos para continuar con nuestras labores», detallan los profesionales.
El 'ejército' de electricistas trabaja sin descanso, desde el amanecer hasta el anochecer, en Paiporta y Picanya. Su labor es colocar grupos electrógenos para sustituir los centros de transformación que están destruidos; arreglar averías; estar alerta de que ningún cuadro de baja tensión (CBT) arrastrado por el agua quede con servicio y garantizar que no exista peligro electrónico; asegurar cableado dañado, comprobar el estado de los centros de transformación, etc.
«Es una satisfacción enorme devolver la luz a personas que llevaban días sin ella. La gente sonríe y nos da las gracias, al mismo tiempo que nos dicen que nadie se había preocupado previamente a pesar de que llevaban tiempo sin electricidad».
Estas tareas se unen al achique de agua, retirada de barro y de escombros por las calles, ayuda ciudadana... «No sé puede explicar, hay que vivirlo, da muchísima pena. Al principio nosotros lo hemos pasado muy mal. Saltamos coches, ruinas, caminamos entre ropa, mobiliario, nos encontramos de todo... El barro por las rodillas, un olor a putrefacto y a descomposición. Coches amontonados que llegan a un segundo piso, otros enterrados, casas derrumbadas, agua a tres metros de altura. Una angustia», coinciden.
Un escenario de «película de miedo hecho realidad», describen los técnicos: «Cuando lo recordamos se nos ponen los pelos de punta, es impresionante. Pensábamos que solo podría ocurrir en la ficción, pero la realidad la ha superado. Viviendas y garajes todavía anegados, gente mayor atrapada en sus pisos con problemas de salud, vecinos aún sin suministro eléctrico...En ocasiones no sabemos a quién ayudar porque todo el mundo nos necesita, estamos atados de pies y manos».
Cuando regresan a Salamanca para descansar llegan «vacíos», con la sensación de que quizá «podrían haber hecho mucho más»: «Esta semana cambiamos el turno y así nos quitamos esa cosita que nos queda ahí clavada...Volver otra vez para seguir ayudando y trabajando lo mejor que sabemos».
Todos coinciden en el mismo lema social: 'El pueblo salva al pueblo'. «Pensé que la juventud de hoy en día no sería capaz de pagar mi jubilación y me equivocaba...Me he quedado sorprendido porque ni ejército, ni UME, ni policías..., realmente el pueblo es el que sigue al pie del cañón, entre ellos las nuevas generaciones. Es impresionante llegar allí y ver cómo una marea de personas camina kilómetros desde Valencia hasta las zonas afectadas para ayudar sin recibir nada a cambio», cuenta uno de los operarios con 16 años de experiencia en el gremio. El profesional añade que ha hablado con legionarios que relacionan el escenario con un territorio de guerra: «Algunos habían estado en la Guerra de Kosovo y describen la DANA como una situación desoladora. A mí se me ponen los pelos de punta, una experiencia que marca», concluye.
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