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Pablo Baz es médico en el Centro de Salud de Ciudad Rodrigo.

“Ahora no podemos echar a perder todo el esfuerzo”

Pablo Baz, médico en Ciudad Rodrigo, asegura que hay que seguir siendo responsables por el bien de todos

Martes, 19 de mayo 2020, 22:29

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Pablo Baz, médico en el Centro de Salud de Ciudad Rodrigo, cuenta que desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas ha sido como estar en una "montaña rusa" de emociones. "He experimentado de todo: incertidumbre, un poco de miedo, la responsabilidad de hacer bien tu trabajo... aunque lo más difícil ha sido adaptarse a una situación nueva que en las primeras semanas nos desbordó".

Pablo recuerda aquellos primeros días de caos ante un enemigo desconocido. "Teníamos que llamar a Epidemiología cuando teníamos algún caso sospechoso y allí nos preguntaban si había estado en China o en Italia, cuando les decíamos que no directamente lo descartaban. ¡Pero si ya teníamos casos en Tamames!", asegura.

Explica que el Centro de Salud se transformó por completo para adaptarse a la nueva realidad que les tocaba vivir. "Despejamos pasillos, habilitamos una sala solo para poder aislar a la gente que presentara síntomas del resto... era como si nos estuviéramos preparando para el fin del mundo". También cambió su rutina de trabajo. "Tenía una estructura muy determinada donde pasaba consulta, revisaba historiales, me ocupaba de mi trabajo de docencia... pero todo cambio de un día para otro".

En el caso de Ciudad Rodrigo su famoso Carnaval del Toro fue además decisivo para que la enfermedad tuviera tanta incidencia en la zona. "Hemos visto a gente muy mala que se morían en días, a otros los tenías que derivar al hospital y nunca volvieron. Ha sido muy duro ver el miedo en su cara cuando llegaban porque tenían una tos muy fuerte y les tenías que mandar a Salamanca, hablar con las familias... y tú también con el miedo de no saber si podías contagiarte", reconoce. De hecho, ese temor fue el que le llevó a aislarse de su mujer e hijo para protegerles, igual que hicieron sus compañeros "En Atención Primaria ha sido muy fuerte porque no teníamos apenas medios y muchas veces hemos tenido que ir a residencias o a domicilios a atender a pacientes a pecho descubierto. Es muy duro ver cómo compañeros médicos han fallecido".

Pablo explica que la crueldad de esta enfermedad está también en el aislamiento que sufren quienes la padecen. "Es muy complicado ir a una residencia y ver el miedo que sienten al ver a dos personas con los EPIs puestos tratando de tranquilizarles. Son pacientes muy frágiles que quedan en shock".

Sin embargo, entre tanta oscuridad y miedo, este médico de Ciudad Rodrigo también saca cosas buenas. "He descubierto la solidaridad de la gente, como la del hombre que una noche nos trajo una caja de guantes y mascarillas".

Aunque la situación ya no es la que era si algo tiene claro es que no hay que bajar la guardia. "Seguimos con el riesgo y en cualquier momento se puede desencadenar un pico echando a perder todo el trabajo y el esfuerzo realizado. Dependemos de la responsabilidad de todos".

Beatriz es técnico en cuidados auxiliares de enfermería

“Hemos cuidado también emocionalmente”

Beatriz P. pasó de trabajar en residencias geriátricas a vivir estas últimas semanas en el Clínico una experiencia de esas que no se olvidan. “Recibí la llamada del hospital para ver si quería formar parte de un equipo y trabajar en una planta COVID. Ellos fueron claros conmigo desde el principio y yo no lo dude porque al final tienes vocación sanitaria”.

Esta técnico en cuidados auxiliares de enfermería se vio de pronto ante su primera experiencia en un hospital aunque antes, cuenta, tuvo que organizar su vida. “Antes de que cerraran oficialmente los colegios yo dejé de llevar a mis hijos para mandarlos a casa de mi familia en otra comunidad. No quería ponerles en peligro ante lo que se avecinaba”, reconoce.

Aquellos primeros días junto a sus compañeros de la quinta planta izquierda, recuerda, fueron especialmente duros. “Allí no valía de nada la experiencia que tuvieras porque era algo completamente nuevo para todos. Sientes miedo, pero también he descubierto algo bueno, que es el equipo de médicos, enfermeras, celadores y técnicos en el que estoy donde todos ayudamos a todos”.

Muy orgullosa del trabajo que ha hecho y sigue haciendo en el hospital, Beatriz asegura que tanto ella como sus compañeros no sólo se han encargado estos días de los cuidados sanitarios. “También nos hemos dedicado a otros cuidados, como son los emocionales, tendiéndole la mano a un enfermo, con una caricia, haciendo una llamada o simplemente dándoles un cepillo de dientes”. Aunque también, explica, ha habido mucho cariño a la inversa. “Hemos leído cartas de sus familiares dándonos las gracias por cómo les estábamos cuidando, nos han mandado dibujos... y eso anima mucho después de las jornadas de trabajo tan duras que estamos tenido y de las heridas de guerra que nos dejan los EPIs”, asegura.

Estar viviendo una experiencia tan “extrema” para un sanitario como la de una pandemia ha hecho que sea especialmente cauta con el proceso de desescalada. “No podemos bajar la guardia ahora ni comprometer la salud de los demás”, explica mientras cuenta los días que le quedan para volver a ver de nuevo a sus hijos tras más de dos meses separados.

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