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Algunos fundadores del Ropero en el año 2000.

Adiós al alma de Puente Ladrillo: El Ropero Solidario cierra sus puertas

El equipo traslada un eterno agradecimiento a todos los que contribuyeron a hacer realidad el sueño de unos jóvenes que querían cambiar el mundo

María Regadera

Salamanca

Lunes, 23 de junio 2025, 20:12

Esta mañana Puente Ladrillo se ha despertado de luto. Uno de los proyectos sociales más queridos en la ciudad y más arraigados en el barrio, el Ropero Solidario ubicado en el número 81 de la calle Jesús Arambarri, cierra sus puertas después de dos décadas de trayectoria trabajando para mejorar las vidas de los que más lo necesitan.

Pero lejos de lamentarse, el equipo de voluntarios actual —en el que se encuentra alguno de los fundadores— quiere agradecer a la ciudad el cariño recibido, la ayuda, las donaciones y los pequeños gestos que han permitido, entre otras cosas, enviar casi una veintena de contenedores con toneladas de ropa a países como Paraguay. Con la figura de Antonio Romo en el corazón, la persona que inspiró a los fundadores a crear este proyecto, el equipo actual celebró este lunes su trayectoria con una sonrisa, con el recuerdo de muchas anécdotas y una merienda en señal de agradecimiento. Confiesan a este medio que se encuentran a la espera de que las nuevas generaciones recojan el importante legado que llevan años proyectando en el barrio.

El Ropero de Puente Ladrillo comenzó con la ilusión de unos jóvenes que querían cambiar el mundo desde un barrio obrero de la capital salmantina. Sin apenas recursos, pero con mucha implicación, el proyecto se fue fraguando poco a poco. En el año 2000, el espacio ya era una realidad. En sus inicios, los voluntarios de este proyecto empezaron en una habitación compartida con el Banco de Alimentos. El espacio buscaba soluciones a problemas cotidianos, dificultades para encontrar trabajo y vivienda; qué hacer ante la falta de ropa o sábanas, libros, material escolar o cómo apoyar a las personas que pasaban tantos apuros.

Posteriormente se trasladaron a un local más amplio cedido por la parroquia de Puente Ladrillo. Poco a poco, este espacio se convirtió en la esperanza de aquellos que llegaban a Salamanca sin absolutamente nada, pero también en un refugio para las familias salmantinas más vulnerables que afrontaban dificultades.

«Hemos ayudado a miles de personas de la ciudad y de otros países, estamos muy orgullosos. Solo por eso ha valido la pena, ya vendrá gente joven con nuevas ideas a establecer otros proyectos», reconoce a este medio Chuchi Razquin, uno de los fundadores y organizador del Ropero.

La entidad agradece a asociaciones, colegios, colectivos, parroquias y grupos juveniles su implicación, ya que «han sido un punto de ayuda continuo». También se acuerdan en estos momentos de los amigos y amigas del Ropero y de todos aquellos que han colaborado durante años como voluntarios habituales. Puesto que muchas de ellas eran mujeres, la entidad ha querido tener un reconocimiento especial con ellas. «Estamos muy agradecidos en especial al grupo de mujeres, muchas de ellas con edades avanzadas. Mujeres comprometidas por ayudar, haciendo un gran esfuerzo para manejar tantos kilos de ropa y para acoger a miles de personas que han pasado por el Ropero», afirman.

Recordarán siempre el último contenedor enviado a Paraguay el pasado mes de febrero. El camión salió de Salamanca cargado con 15 toneladas de ropa y llegó a su destino en abril. Centenares de personas ayudaron a subir el material, ese momento tan emotivo ya forma también parte de su historia.

Vecinos y voluntarios cargan el último camión enviado a Paraguay.
Merienda de despedida de parte del equipo del Ropero. Obes
Equipo de voluntarias del Ropero.
Último camión de ayuda enviado desde el Ropero en Febrero.
Ropa del Ropero en uno de los proyectos de Paraguay.

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