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Pozo Airón, un oasis enclavado en Las Arribes. S. DORADO

El refrescante spa salmantino ideal para los amantes de las rutas silvestres

Desde Pereña de la Ribera parte esta atractiva ruta con dos modalidades de distancia, de baja dificultad y un destino paradisiaco

S. Dorado

Pereña de la Ribera

Viernes, 13 de junio 2025, 06:30

La llegada del calor que apremia a hacer planes veraniegos se ha topado con el eco de las últimas precipitaciones, una combinación ideal para asomarse a las cascadas de Las Arribes como la del Pozo Airón, un coqueto oasis cincelado en los rocosos desfiladeros del paisaje arribeño que separa Portugal de España.

Desde el municipio de Pereña de la Ribera parte la atractiva ruta del Pozo Airón, con unos 5 kilómetros de ida, es decir, unos 10 kilómetros entre ida y vuelta. En el corazón del pueblo se encuentra señalizada la ruta. El vehículo se puede estacionar antes del inicio del camino de arena ocre que marca el comienzo de la aventura, aunque para mayor comodidad y más rápido acceso, se puede circular camino abajo hasta dejar el coche en un improvisado espacio de parking, lo que abrevia notablemente la ruta.

A partir de este punto, el sendero, abrupto y estrecho, en el que es necesario buscar dónde pisar firme, lo cual hace el camino más entretenido, pero no por ello complicado, guía al senderista hacia un paraíso pensando para toda la familia, que transcurre entre una naturaleza exuberante con una contrastada paleta de colores, con el murmullo del agua de fondo. En algunos puntos es posible asomarse para divisar el río, y a simple vista es posible descubrir la estampa del Pozo Airón, apoyada por la señalización de letreros, aguardando camino abajo con su cascada.

Es aquí donde los senderistas descansan y pasan el rato en sintonía con las maravillas que dibuja la danza del agua, remojando los pies en aguas gélidas, sumergiéndose en ellas en el corazón de esta pequeña poza, y sobre todo tomándose fotografías detrás de la cascada, un rincón al que es posible acceder sin necesidad de meterse en el agua, atravesando una dimensión cavernosa y húmeda, en la que el suelo se convierte en una fina capa de barro y tan solo se puede oír la cascada mientras se contempla la poza velada por una cortina de agua. Además, el propio sendero ofrece, un poco más allá, una ventana a Las Arribes, el Mirador del Duero.

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