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El Payo
Domingo, 15 de diciembre 2024, 06:51
Entre los años 50 y 60 fue cuando más se empezó a migrar en localidades como El Payo, una encantadora villa enclavada en El Rebollar. «Antes se fueron a países como Cuba, Argentina y Brasil, aunque de estos destinos regresaron casi todos. Aún quedan algunos viviendo allí», narra el alcalde, Agapito Pascual. «Un 95% de los vecinos emigró; yo estuve veinte años allí». Los hijos de estos aventureros en busca de futuro se casaron allí, tuvieron hijos y, en consecuencia, no regresaron. «Algunos vienen en vacaciones». Toda la comarca es ejemplo de este episodio migratorio, especialmente rumbo a Francia, el país en el que si pudieron prosperar, al contrario que en otros.
«De Brasil si no se venían se morían de hambre. En Argentina se ha quedado gente que ha hecho allí su negocio, pero los de Brasil volvieron todos», cuenta. Así, en verano la población se multiplica por dos, y con ello el idioma predominante. «La gente no se desvincula del pueblo. En verano se habla más bien francés, más que otra cosa, ya que las nuevas generaciones tienen problemas para aprender el español, así que a veces les contestamos en francés. Los mayores hablan español, pero los jóvenes tienen problemas para encontrar las palabras», explica.
En El Rebollar hay, en consecuencia, «otra mentalidad, otra cultura, a la que estamos acostumbrados, sabemos cómo piensan, hemos estado allí». Por el contrario, hay gente que no ha salido de la comarca, pero sin embargo sabe muchas palabras en francés debido a este influencia. «Quien no ha salido del pueblo si nota, en cambio, ese choque cultural», señala, y recrea situaciones cómicas en las que un paisano deja caer: «Estos franceses están tontos», cuando no les entienden. Agapito se ríe, y recuerda su propia migración: «Estuve en París, donde ahora está Eurodisney». La mayoría de los payengos se fueron a la frontera con Suiza y Bélgica, a trabajar en el monte para, finalmente, irse desplazando a París, «porque el monte es duro», advierte.
Él aprendió en la capital francesa el oficio de mecánico. Se marchó con tan solo 18 años, sin conocimientos de este campo, y sin conocer el idioma. «Me gustaba la mecánica, pero preferí dejar el concesionario y arreglar maquinaria; estaba acostumbrado a estar en el campo como las cabras; no me gustaba eso de estar respirando pintura». Finalmente, adquirió un taller mecánico en Ciudad Rodrigo, «con vivienda y todo», y regresó a la provincia salmantina, y añade chascarrillos a su historia: «Antes de que mis hijos se liaran por ahí con francesas».
Vínculo a día de hoy: una población, muchas patrias
Cada Navidad el Ayuntamiento envía postales festivas a las familias migrantes que se se fueron para no volver, a destinos como Cuba, Argentina, Estados Unidos, Suiza y Francia; a este último destino envían cerca de medio millar de postales cada año. «Lo agradecen mucho, les emocionó la primera vez, hubo gente que lloró y me escribió personalmente». Cada año estas postales lucen en los comedores de países lejanos y recuerdan al también remoto municipio de El Payo.
Ahora, especialmente desde Argentina, se están solicitando documentaciones para tener la doble nacionalidad. «Hay un boom, ahora mucha gente que desciende de payengos está pidiendo la nacionalidad».
Actualmente El Payo tiene una población de menos de 300 habitantes, una cifra que desciende inevitablemente, aunque muchos jubilados están volviendo a los orígenes.
Enriquecimiento y oportunidades
Este movimiento migratorio supuso una gran riqueza cultural y todo un abanico de posibilidades. Estas familias y sus descendientes hablan varios idiomas (como mínimo son bilingües), han emprendido ambiciosas carreras profesionales y tienen dos patrias. Ejemplo de ello son sus propios hijos, uno de los cuales viaja por países como India, Alemania y China por trabajo, con la carrera de Geología a sus espaldas y el inglés por bandera, primer idioma en el trabajo. Hasta el propio Agapito Pascual habla, además de español y francés, portugués, y asegura que la migración ha enriquecido al pueblo en todos los sentidos. «también hablo portugués, tan bien que los portugueses creen que soy de allí», afirma risueño.
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