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La Gaceta
Jueves, 4 de julio 2024, 13:08
Escudriñando en la historia y más concretamente en la de la localidad salmantina de Agallas, ubicada en Los Agadones, aparecen, con frecuencia, al menos dos teorías acerca del topónimo. Es un término municipal integrado por Agallas y Vegas de Domingo Rey. Tanta curiosidad suscitaba entre los habitantes este origen ignoto, que el propio Ayuntamiento encargó en 2015 un estudio exhaustivo al documentalista y heraldista Ricardo Gil. La teoría que este descartó durante su labor investigdora, sugería que antaño existió un río llamado Agadiellas, y de su paso por esta localidad, Agallas, surge el nombre del pueblo. «Normalmente el nombre del río se mantiene, eso no es habitual; y es el del pueblo el que es diferente», objeta.
No hay que olvidar que Agallas quiso ser una localidad extremeña en 2010 por una polémica con los servicios sanitarios que recibía de Castilla y León.
Esta teoría, que tiene su origen en datos de la Edad Media, se queda anticuada después de las últimas investigaciones. Fue en 2015 cuando este experto recopiló todas las investigaciones previas, y se decantó por la más sencilla y tangible: las excrecencias redondas que se forma en el roble, alcornoque y otros árboles y arbustos por la picadura de ciertos insectos e infecciones por microorganismos.
Esas agallas, conocidas por todos y abundantes en un entorno natural rico y frondoso como el de Agallas, darían nombre a este municipio de la provincia, del cual se desconoce si hubo alguno anterior. Los sagallejos, orgullosos de su tierra, cuentan desde entonces con un escudo propio, en el que además luce precisamente, una agalla.
No obstante, y como parte del encanto de las leyendas propias de los topónimos, esta no es una ciencia exacta. Así, Pascual Riesco, en la revista de Estudios Salmantinos, fue quien sacó a relucir la posible existencia de un río: «parece preferible poner en relación Agallas con Ágada, nombre antiguo del río Águeda. Un afluente del río pudo haberse llamado Agadiellas, de donde Agayellas pasó a ser Agaellas; este último, por atracción etimológica, conduciría al actual topónimo», sugiere.
Por el contrario, tanto Gil como otros investigadores desmienten esa teoría: «nos inclinamos por las excrecencias del roble, que además de ser la explicación más sencilla, está corroborada por más autores de una forma más iluminada», apunta. Una cosa es cierta, y es que este topónimo podría adquirir un nuevo significado añadido a día de hoy, dado que inspira e infunde valor y coraje.
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