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La Gaceta
Martes, 24 de diciembre 2024, 11:13
En toda buena leyenda siempre aparece un pastor. En la historia que le vamos a narrar un encargado de las ovejas iba por el campo y se encontró con la imagen de un cristo. Las dimensiones de la talla eran considerables y el pastor llamo a unos ladrones de la zona para que le ayudaran a transportar al cristo.
Una vez que se inició el recorrido, a su paso por la dehesa de Cabrera, los animales que tiraban del carro con la figura cargada se quedaron clavados. Después de miles de intentos de que se movieran las bestias, se llegó a la conclusión de que el cristo quería permanecer allí en aquel paraje hasta la eternidad. Así surgió la ermita de Cabrera para rendirle culto.
Su popularidad se hizo conocidas en todos los rincones. No obstante, con el paso de los tiempos tuvo que sobreponerse a muchas adversidades. Durante la Guerra de la Independencia los franceses saquearon el lugar en su huida despavorida tras la Batalla de Los Arapiles en octubre de 1812. Los soldados intentaron quemar la talla una y mil veces, pero la madera no ardió. Todavía hoy se pueden apreciar las huellas de tamaña tropelía en los pies negros de la imagen.
Más de un siglo después, en plena Guerra Civil, se intentó dar traslado a la imagen pero las ruedas de los carros, como antaño, se hundían en la tierra y los bueyes se negaban a caminar. Según la creencia popular el Cristo de Cabrera nunca pudo ser sacado de los alrededores del santuario.
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