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El Cristo de la Custodia de Villar de Gallimazo luce renovado y sin los desperfectos que preocupaban a los fieles de la localidad. Esto gracias al proceso de restauración que ha llevado a cabo Isabel Pantaleón con el impulso y la guía del párroco Wilton Araujo dos Santos.
La profesional se ha encargado de librar a este Cristo gótico del siglo XIII de los males acarreaba debido a su antigüedad. Principalmente en su mano izquierda, que estaba totalmente fragmentada y preocupaba a los fieles, ya que era fundamental para la sujeción del brazo a la cruz. También estaba en un estado precario la policromía, con riesgo de desprendimiento, y otros detalles que Isabel Pantaleón ha sabido remendar con mimo, gracias al alto grado de experiencia y conocimiento que caracteriza su acción restauradora y conservadora.
«La devoción y el espíritu comunitario brillan con luz propia en Villar de Gallimazo, donde la esperada restauración del Cristo de la Custodia, eje central de sus fiestas patronales de Pentecostés, es ya una realidad. Más allá de la mejora estética de esta venerada imagen, el proceso ha sido un verdadero catalizador para la unión de toda la comunidad», detalla el párroco que pone especial énfasis en la aportación de los vecinos, volcados en una colecta especial, «demostrando su profundo cariño y compromiso con su patrimonio religioso», matiza. «Esta iniciativa que ha tocado el corazón de cada hogar, es un testimonio del arraigo de la fe y la fuerza de la colaboración de nuestro municipio», indica el sacerdote. Con el fin de completar el importe de esta restauración se hará la rifa de una cesta compuesta por productos donados por los feligreses. Wilton Araujo extrae de esta experiencia de restauración del Cristo «la capacidad del pueblo para unirse en torno a un objetivo común y lograrlo con éxito».
Se desconoce la autoría del Cristo de la Custodia de Villar de Gallimazo. «Comparte rasgos fundamentales con la escultura gótica del siglo XIII, época en al que la representación de Cristo crucificado experimento una profunda evolución», indica el párroco.
Antes de proceder a su restauración, Isabel Pantaleón lo examinó minuciosamente y lo llevó a su taller. «El mayor problema que tenía era su mano izquierda fragmentada, la sujeción con la cruz era inestable y la policromía estaba en peligro de despredimiento», detalla la restauradora. Además explica que la talla tenía muchas grietas y grandes separaciones de los brazos a la estructura del cuerpo. «La suciedad ambiental, barnices, humo de vela y demás ocultaban su color original», añade la profesional que se encargó de solventar todos estos problemas.
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