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Paso de frontera a la altura de Saucelle CASAMAR
Los malabares de los trabajadores salmantinos en la frontera con Portugal

Los malabares de los trabajadores salmantinos en la frontera con Portugal

Sus negocios en el país vecino “estarán cerrados, como la frontera, seguramente hasta principios de marzo” y lamentan las pérdidas económicas

Lunes, 8 de febrero 2021, 10:16

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La normativa portuguesa en tiempos de COVID está afectando a la economía de muchos españoles, como es el caso de vecinos de La Raya salmantina, en localidades como Saucelle. Diego Ledesma, por ejemplo, tiene un restaurante en Freixo. “Ahora está cerrado, como todo allí”, afirma el hostelero.

“En Portugal hay un confinamiento voluntario desde el día 14 de enero, así que todos los restaurantes están cerrados”, dice. En consecuencia, este salmantino se topa con un inconveniente aún mayor que dar un simple rodeo, y es que ni siquiera puede desempeñar su trabajo. Sucede lo mismo con toda actividad no considerada esencial.

“Yo creo que hasta principios de marzo no abrirán comercios, primero dijeron quince días, ahora otros quince, luego lo de la frontera...”, enumera desanimado. Y es que el futuro inmediato no resulta muy halagüeño si toma como referencia los acontecimientos recientes.

Otros afectados, desde el sector del comercio, recuerdan que la situación entraña un problema no solo para los negocios, sino también para la gente de pequeñas villas portuguesas en las que la farmacia o tienda más cercana está al otro lado de la frontera. “Estamos muy acostumbrados a ir y venir, es algo muy habitual, como en una ciudad ir a la plaza a tomar algo; estamos interrelacionados”, dicen.

Un caso muy frecuente y reconocible por los habitantes de La Raya es, sin ir más lejos, lo común que es ver matrimonios y familias separadas por estos inamovibles bloques de cemento. “Mi hermana, que vive en Fuentes de Oñoro, tiene un niño de un año y pico; y mi padre tiene que quedarse con él todos los días, y no le dejan pasar para ir a casa de mi hermana y cuidarlo”, explica consternada una trabajadora transfronteriza. “Tiene que despertar a mi sobrina todos los días muy temprano para llevarlo a Vilar Formoso y volver a entrar”, añade.

Los vecinos comentan con indignación la cantidad de casos de trabajadores que a diario dan rodeos para cumplir con sus obligaciones laborales. Algunos, en la medida de lo posible, recurren a amigos o familiares al otro lado de la frontera, pidiéndoles favores puntuales que no pueden darse indefinidamente.

Los malabares son constantes y agotadores: planificación familiar caótica en muchos casos, e imposibilidad de compaginar trabajos en el caso de tener que atender dos empleos en distinto lado de la frontera.

A todo ello se suma el ahogo económico, incrementado por la limitación de movilidad de los vecinos portugueses desde hace tiempo, que, prácticamente confinados en casa, y obligatoriamente por municipios, han ido dejando un goteo de visitas y clientelas en España cada vez más escaso, hasta dar con el paupérrimo panorama actual, en el que los lazos que los unían se han vuelto a separar por vallas y cordones policiales.

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