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La Gaceta
Salamanca
Lunes, 21 de abril 2025, 10:27
Hace ya cuatro décadas desde la última vez que la figura más importante de la Iglesia visitó Salamanca. En aquella ocasión, el pueblo se volcó completamente para recibir con honores al Pontífice, que por entonces era Juan Pablo II.
El papa Juan Pablo II visitó Alba de Tormes por última vez hace más de 42 años, un hecho que marcó un hito en la historia del municipio y que aún permanece en el recuerdo de sus habitantes. La llegada del Pontífice el 1 de noviembre de 1982, en el contexto del IV centenario del fallecimiento de Santa Teresa de Jesús, convirtió a la villa ducal en el epicentro de la fe y la devoción, reuniendo a una multitud que llegó a superar las 500.000 personas.
Bajo el lema 'Testigo de esperanza', el papa aterrizó en Alba de Tormes pasada la media tarde, protagonizando una jornada que quedó grabada en la memoria de todos los presentes. En la pradera de La Dehesa, un altar monumental diseñado por el arquitecto Emilio Sánchez Gil presidió el encuentro. En él, junto a la imagen de Santa Teresa, se colocó el relicario que contiene el Santo Brazo, convirtiendo el momento en un acto de profunda emoción y simbolismo. Juan Pablo II, que se confesó discípulo de la Santa y de San Juan de la Cruz, dedicó sus palabras a la espiritualidad de ambos y a su influencia en el camino de la fe.
La visita papal transformó el día a día del municipio. Los habitantes de Alba de Tormes todavía recuerdan el lugar exacto en el que se situaron para escuchar al Pontífice y ser testigos de un acontecimiento único. Uno de los momentos más entrañables lo protagonizó una niña de cuatro años, Ruth González, quien, vestida con un llamativo traje azul, se acercó al papa para entregarle un ramo de flores. Juan Pablo II la tomó en brazos, dejando una imagen imborrable para quienes la presenciaron.
Otro de los episodios más emotivos de la jornada fue la entrega de un regalo especial al Pontífice: una pieza de alfarería creada por Bernardo Pérez Correas, elaborada con barro que contenía tierra del sepulcro de Santa Teresa. El obsequio, que impresionó especialmente a Juan Pablo II, fue entregado por el entonces párroco, Florentino Gutiérrez, y el alcalde de la localidad, Eladio Briñón, una de las figuras clave en la organización de la visita.
Briñón, quien falleció años después, recordaba con gran emoción aquel día: «Era un hombre imponente, de gran estatura. Se notaban las secuelas del atentado en su mano», relataba en alusión al ataque sufrido por el papa en 1981.
El evento estuvo marcado por múltiples detalles curiosos. El Duque de Alba, Jesús Aguirre, sugirió que los representantes municipales vistieran de chaqué para la ocasión, aunque no todos siguieron la recomendación. El alcalde Briñón, por su parte, conservó durante años la corbata azul con rayas que llevó aquel día como un recuerdo imborrable. Dado que el Ayuntamiento no disponía de vehículos oficiales, la empresa Ford cedió dos automóviles para el traslado, aunque uno de ellos sufrió un percance debido a la velocidad con la que circulaba.
Tras su paso por Alba de Tormes, Juan Pablo II continuó su recorrido hasta Salamanca, donde inauguró el auditorio que lleva su nombre y pronunció un discurso de gran calado teológico. Hoy, más de cuarenta años después, la impronta de aquella jornada sigue viva en la memoria de Alba de Tormes. La visita del papa no solo fue un acontecimiento religioso, sino un episodio que quedó grabado en la historia de la localidad y en el corazón de quienes lo vivieron.
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