Saelices el Chico
Domingo, 20 de julio 2025, 16:34
Hace ya tres años que Paco Valbuena falleció, pero su legado sigue vivo en forma de asombrosas maquetas que recrean con minuciosidad cada detalle de los monumentos y espacios más emblemáticos de la localidad de Saelices el Chico. Juanjo Díez Hernández era, además de un amigo, su compañero en la creación de estas obras que hoy adornan ambos hogares, el suyo y el de la viuda, en este pequeño municipio.
Como muchos salmantinos, Juanjo pasó toda su vida laboral en el País Vasco, aunque recalca: «Nací aquí, en la calle Llano». Ahora, ya jubilado, tanto él como su mujer pasan temporadas en este pequeño pueblo. «Paco y yo éramos amigos de toda la vida», cuenta él, y se apresura a matizar: «Él era un artista, y a mí me gustaban estas cosas, así que me sugirió hacer maquetas juntos».
Comenzaron con la iglesia, y esta sería la primera de muchas obras: en total, a día de hoy Juanjo ha completado ocho maquetas, aunque desgraciadamente, no todas las ha hecho con Paco. Cuando murió hubo un parón, pero un buen día, el impacto de ver los cimientos de la plaza de toros en casa de la viuda, infundió a Juanjo fuerzas para retomar esta hercúlea misión que tantas horas les ha hecho compartir, ni más ni menos que meses y meses de quedadas diarias, pegando con cola, empleando madera, piedras, reciclando materiales como el cartón de los rollos de papel higiénico y tubos de pvc, tomando medidas y fotografiando los espacios, ya que además todas las maquetas son a escala.
La plaza de toros fue la primera obra que finalizó solo, y continuó con el puente de la carretera principal. Sin dejar de admirar obras fascinantes como el puente viejo, el caño, la iglesia, la ermita o la Casa Consistorial, en cuyos interiores, en algunos casos, se pueden explorar bancos, adornos y santos, como si tuviera entre sus manos una diminuta versión del mundo real, Juanjo se plantea en el futuro seguir con el parque infantil de Saelices, y quién sabe con qué más.
«Hace unos años expusimos en el Ayuntamiento; al menos pudo vivir esa experiencia», rememora Juanjo, recordando a su amigo leonés pero de familia saeliceña. «Me gustaría poder reunir toda la obra y exponerla de nuevo, hay mucha gente que no la ha visto, y serviría como homenaje», asegura. Detrás de un duro trabajo atesora momentos inolvidables y anécdotas que le hacen sonreír. «La iglesia, la obra más difícil, nos llevó cinco meses de quedar a diario de 18:00 a 20:30 horas». El aprendiz se ha convertido en maestro.
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