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Fuenteguinaldo
Viernes, 2 de mayo 2025, 06:15
El Ayuntamiento de Fuenteguinaldo comunicaba el día 9 de abril que el agua del municipio no era apta para el consumo humano «tras los últimos análisis efectuados», tal y como indicaban desde el Consistorio, debido a la presencia de ácidos haloacéticos en la última muestra analizada. Desde entonces los habitantes subsisten con agua embotellada y con el depósito que la Diputación provincial tiene instalado en las piscinas municipales, aunque también hay quienes recurren a las fuentes y al charaíz, como se ha hecho siempre. Para algunos es un trastorno, y se mantienen a la espera de que el Ayuntamiento anuncie el fin de esta restricción por contaminación en el agua.
A mediados de abril se tomaron nuevamente muestras, tal y como cuenta la alcaldesa de Fuenteguinaldo, Lourdes Palos. «Nos dijeron que tardarían unos quince días, así que estamos a la espera». Los parámetros están en rangos normales, pero queda que los análisis arrojen luz sobre los niveles de estos ácidos. Sin embargo, el caso podría ser más complejo de lo que parece y afectar, en realidad, a un gran número de municipios salmantinos: «Estos ácidos hasta ahora no se miraban en ningún sitio, pero salió una nueva normativa europea en enero, que dice que es obligatorio recogerlos», traslada, del mismo modo que se lo han explicado a ella. «La mayoría de los municipios están igual». El tratamiento sigue siendo el mismo, y afirma que su obligación es informar del resultado.
Rosa Encinas, que no vive a diario en el pueblo, pero lleva ya quince días en Fuenteguinaldo, asegura que las fuentes suponen una gran ayuda: «Nos vamos abasteciendo de este modo; la que no cogemos es la del grifo». También ha recurrido a agua embotellada. «Supone un trastorno, porque para lavar la comida y ese tipo de cosas, no es lo mismo usar el grifo directamente que tener que ir a buscar agua». En su caso, comprar agua tampoco era la costumbre: «Tenemos un filtro». Ahora, peregrinar a la fuente se ha convertido en una rutina diaria. «Tenemos tres o cuatro fuentes a unos 700 metros o un kilómetro del centro».
«Intentamos llevarlo lo mejor posible», señala otra vecina, que apuesta por la paciencia en un caso de incertidumbre como este. «Compro el agua y también la cojo del charaíz», y aclara, y añade que solía beber agua del grifo o bien cogerla del charaíz, como otros muchos guinaldeses. La tienda es una parada habitual para hacer las compras básicas, pero en estos días, acudir para adquirir agua es casi una parada obligatoria.
En el caso de Estrella González, que también ha vivido desde el minuto uno la declaración del agua como no apta para consumo, es su marido quien acude con garrafas al depósito, aunque aclara que tiene por costumbre beber agua embotellada. «La del grifo me sabe mal, así que la compro. El problema es el lavar los alimentos, el no poder utilizar la del grifo, por ejemplo si tengo que lavar unas judías». El trajín diario lo resume de este modo: «Un rollo, venga a llevar jarras para el aseo de arriba para lavarme los dientes…» El no saber cuánto durará le resulta desesperante: «No tenemos ni idea, no sabemos nada…» Al contrario que otros muchos vecinos, ella no pondría la mano en el fuego por el agua de las fuentes: «Antes se supone que se podía coger; recuerdo que de pequeñas siempre bebíamos de la fuente, pero a día de hoy no creo que tengas garantía».
Como muchas vecinas, Victoria Rosado se encoge de hombros: «Nos apañamos», aunque matiza después que la situación la llevan «mal», y aclara el porqué: «Como solo somos dos, no es muy problemático, pero cuando vienen nietos y demás, hay que comprar un montón de agua». A la hora de cocinar, recurren al agua del charaíz. Además, los depósitos de la Diputación le quedan muy lejos: «Totalmente a la otra punta».
Andrés García, otro vecino guinaldés, se muestra como la excepción a la hora de afrontar la situación: «Lo llevo con total normalidad». Tanto es así, que no ha variado ni un ápice su estilo de vida: «Sigo bebiendo el agua del grifo y no me ha pasado absolutamente nada». Además, apunta, «bebo poquito». También señala, como otros, la alternativa de los charaíces, un hábito en los pueblos como Fuenteguinaldo, aunque, advierte, «nunca sabes lo que estás tomando».
En el otro extremo está Castor Chanca, que compra agua embotellada, no solo ahora, sino siempre: «Me da más confianza». En cuanto al charaíz, apunta que aunque siempre ha existido la costumbre de beber de ahí, «hay que tener cuidado, ya que puede haber filtraciones». Otros vecinos aseguran que las intensas lluvias hacen que el agua de las fuentes y charaíces baje algo turbia, motivo por el cual desconfían de estos recursos en épocas como esta.
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