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La Fuente de San Esteban
Sábado, 4 de enero 2025, 06:30
Después de más de 60 años de vida, el bar de La Fuente de San Esteban que ha pasado por tres generaciones, y que hasta ahora regentaba José Manuel Jorreto Blasco junto a su madre, ha llegado al fin del trayecto; un viaje del que quedan recuerdos imborrables, anécdotas y risas, pero también un trabajo muy duro, «esclavo», tal y como lo define José.
En 1961 su abuelo abrió este establecimiento, que pasó con el tiempo a los tíos de José, hasta que en el 2001 él y su madre asumieron las riendas del negocio. «He comprado la administración de lotería y voy a cambiar de vida», explica José Manuel. «Podría haber seguido con el bar, pero es muy esclavo, y mi madre va a hacer 67 años este mes... Mi mujer no quiere llevar una vida como la que ha tenido mi madre, prácticamente encerrada allí, sin salir de ahí», cuenta el hostelero ya retirado, y sentencia: «No es vida» .
De momento nadie se hará cargo del bar, que ya ha cerrado sus puertas, aunque hay quien ha mostrado cierto interés. Como sucede con los bares en general, y especialmente los que están en pequeños municipios, el bar de la familia Jorreto, cuyo apellido daba nombre al negocio, siempre había sido «un referente, un punto de reunión donde quedaba todo el mundo», y reconoce: «Aquello era como una gran familia, como estar en casa».
Desde las 7 de la mañana y hasta caer la noche, todos los días salvo tres semanas en septiembre por vacaciones, el bar Jorreto bombeaba vida hacia todas las arterias de la localidad y sus vecinos. Este cierre, como era de esperar, ha estremecido los corazones de la gente. «Les ha apenado, como es lógico, pero es un cambio para bien para mí y mi familia, que son los primero», asegura.
Sus hijos podrían haber continuado con el negocio, «pero si estudian y se dedican a otra cosa, mejor». No obstante, mientras nadie lo adquiera, «el bar seguirá estando ahí por si lo quieren», de modo que el Jorreto podría reabrir en un futuro; nunca se sabe.
Si ya de por si la hostelería es dura, un mantra que nadie se atreve nunca a discutir, la situación se complicó desde que en 2018 falleciera el padre de José, lo que les dejó a su madre y a él al frente. No obstante, muchas manos amigas han pasado por este establecimiento, entre familiares y amigos. «Ha venido gente a ayudar cuando era necesario, teníamos a otra persona también, que era como de la familia, otra persona para fines de semana, así que estábamos casi cuatro trabajando».
Esta segunda vivienda con una segunda familia se despide ahora haciéndole rememorar momentos muy especiales: «Un recuerdo muy bonito fue la final del Mundial cuando ganó España; fue una cosa bárbara. Las fiestas del pueblo, un año que el Madrid ganó la Champions durante el Corpus...», y la lista sigue. «Da mucha pena, al final te has criado allí, y no solo tú, sino tus abuelos, tus tíos... Y toda la gente que han pasado a ser como de la familia».
Toda una vida de apoyo mutuo
El trabajo en la hostelería, entre amigos, ha estado revestido de peculiaridades. «Cuando estaba mi abuelo, no siempre se contrataba y pagaba. Tenía un amigo de Tamames con un bar, y él venía a ayudar a mi abuelo; luego mi abuelo iba a ayudarle a él en las fiestas de Tamames», y resume: «Al final toda la familia ha trabajado en la hostelería».
Desde 1961
El abuelo de José emprendió la aventura del establecimiento hostelero con su apellido por nombre. Generación tras generación, ha ido pasando de manos, y en ese tiempo, como es natural, ha habido cambios. «Alguna reforma se hizo, hay azulejos de cuatro o cinco clases, cambió la distribución...». Su abuelo fue quien emprendió la principal remodelación.
El sabor de la comida casera: pinchos estrella
«La comida de una madre es única», explica José, y es que, precisamente era su madre, Sofía originaria de Cabrillas, la encargada de la cocina. Entre los pinchos que se servían en el bar Jorreto había algunos muy populares: «La jeta de cerdo era lo que más se vendía, pero también hace una tortilla de patatas muy buena», señala. «También las hacía para llevar».
Nueva etapa, mismas caras conocidas
Aunque el ambiente de un bar es único, José seguirá en contacto con las mismas personas: «Al fin y al cabo no me voy del pueblo, y ahora les veré en la administración de lotería».
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