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Béjar
Lunes, 12 de mayo 2025, 11:35
Santiago Cuadrado regenta desde hace dos décadas un quiosco ubicado en la calle Olivillas de Béjar llamado La Oca. Se trata de un negocio que ha ido evolución a medida que cambiaba la sociedad y las peticiones de sus clientes. Pasó unos años en Madrid y regresó para trabajar en Guijuelo. Compraba en el quiosco que ahora regenta y, tras dejarlo el anterior encargado, decidió reciclarse e iniciar una nueva etapa que dura ya 20 años.
Asegura que la venta de golosinas cada vez es menor por influencia de los supermercados y su negocio se centra en la venta de los productos de olvido, es decir, aquellos de primera necesidad. «Nos estamos transformando en tiendas de alimentación» afirma mientras muestra la amplia gama de productos que ofrece como son pan, dulces, latas de conserva, azúcar, vino, leche y aceite, entre otros.
Sin embargo, el quiosco de Santi se especializa por tener tres productos con gran acogida entre el público. El primero son los libros centrados en temáticas bejaranas y pone como ejemplo los 64 ejemplares vendidos de una publicación sobre el paraje de El Castañar. «La cultura bejarana gusta y yo la vendo a los turistas que suben desde la Vía Verde y pasan por aquí», afirma. El segundo son las colecciones, que se encarga de gestionar para atender las peticiones de sus clientes ya sea en colecciones completas o números sueltos.
Yel tercero son los cromos, que siguen teniendo una muy buena acogida entre los pequeños. «El público aficionado a los cromos sabe que en este quiosco se vende lo que necesiten o puedo conseguirlos», destaca.
Si echa la vista atrás, aprecia un importante cambio en los hábitos de consumo debido a la globalización. «Nos están machacando los supermercados y cuando las tiendas desaparezcan, cada día habrá más gente sola en casa y no se relacionarán con sus vecinos. Algunas personas solamente salen para comprar el pan, se encuentran con otra vecina y se echan un parlao», afirma.
Con respecto al horario, afirma que es necesario abrir todos los días para no perder clientela, pero descansa algunas tardes para conciliar su vida laboral y familiar. «He sabido adaptar los horarios de la tienda a lo que me piden los clientes. Desde las ocho de la mañana hasta las diez, no paro un momento», asegura.
Apuesta por comprar los productos de la zona, de cercanía, para dar también trabajo a los productores locales en una clara preferencia por la calidad y el desarrollo de la comarca. Guarda en su quiosco los dibujos que los pequeños del barrio han ido llevando hasta su tienda a lo largo de esas dos décadas de servicio. Y así, Santiago Cuadrado sigue peleando desde su tienda para que el barrio no pierda un servicio esencial por ser también un punto de encuentro.
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