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Purificación durante su cumpleaños, en el que hubo misa y convite. S. DORADO

La centenaria que antes del alzheimer hacía pucheros para los pobres

Purificación Sánchez celebró su cumpleaños arropada por todo un pueblo, y vive alternativamente con sus dos hijos, ejemplo de sacrificio y abnegación

S. Dorado

Santa María de Sando

Lunes, 13 de octubre 2025, 06:50

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El amor es sacrificio, y la familia de la centenaria Purificación Sánchez García, que alcanzó los cien años el pasado 22 de septiembre, es ejemplo de ello. Purificación padece alzheimer y tampoco puede caminar por sí sola. Sin embargo, a pesar de todas las dificultades, vive bajo el mismo techo que su familia. «Pasa dos meses conmigo, y dos con mi hermana; así sucesivamente», explica su hijo, Timoteo Sánchez Sánchez, quien, a pesar de tener 79 años y estar operado de la cadera, cuida con mimo de su madre y la acoge en su hogar, en Encina de San Silvestre.

La localidad de Santa María de Sando, de las que es originaria Purificación, celebraba hace poco el cumpleaños de esta querida vecina con la participación de todo el pueblo, una misa en su honor y una entrega y colaboración que se debe al legado que esta centenaria ha dejado en el recuerdo de todos los que la han conocido, aunque ahora, lamenta Timoteo, «no se la reconoce».

Purificación ha sido, cuenta él, «una mujer muy caritativa, muy familiar y muy trabajadora». Tanto ella como su padre, del que también cuidaron hasta que el alzheimer se lo llevó, se dedicaron al campo. «Mi madre a veces hacía dos pucheros de comida, y yo preguntaba por qué, a lo que ella decía que había venido gente pobre». Ese es rasgo del que más se enorgullece su familia: su bondad con los necesitados y su espíritu solidario.

Cuidar de ella, especialmente en su estado, «es muy duro y sacrificado», reconoce, y casi todo recae sobre el núcleo familiar que reside con ella cada dos meses. Purificación tiene una extensa familia: cuatro nietos y seis bisnietos. «A nosotros nos conoce, pero vienen mis hijas y los nietos, y se enfada». Los seres queridos han pasado así a ser intrusos para ella, fruto de esta cruel enfermedad.

Timoteo y su familia decidieron cuidar de ella hace ya muchos años y sin titubear: «No me gustan mucho las residencias». La operación de cadera de Timoteo les animó a contratar ayuda, pero hasta entonces, se encargaban también de asearla. «Lo hacíamos todo nosotros». Cuidar también de su padre fue doblemente duro: «Mi padre era alto, pesaba mucho, y yo soy bajito...llegó un punto en que no podíamos con él».

Purificación dejó hace mucho de ser esa mujer abnegada que atendía a las vacas de sol a sol y tendía una mano amiga al más necesitado. Ahora es a ella a quien tienden una mano, o, en este caso, unas cuantas, tal y como ella lo hizo durante toda su vida.

El sufrimiento late junto al cariño de sus familiares, conmovidos por la entrega de todo un pueblo deseoso de demostrar su aprecio a esta centenaria, aunque ahora frunza el ceño ante los que le resultan absolutos desconocidos. Ahora pasa las tardes con una revista, pasando las hojas como un autómata, eso si, rodeada de rostros que la transmiten paz, en un auténtico hogar en el que siempre se desvivirán por ella.

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