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Miércoles, 2 de noviembre 2022, 10:16
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Esta semana se cumplen cuatro décadas desde que el Papa Juan Pablo II pisó las calles de la villa ducal y oró ante el sepulcro de Santa Teresa. Una efemérides que para muchos supone el recuerdo de una jornada singular y marcada por la muchedumbre que la visita atrajo hasta el municipio. Bajo el lema del viaje “Testigo de esperanza”, el pontífice llegó a Alba de Tormes pasadas las cuatro de la tarde para cerrar los actos del IV Centenario de la Muerte de Santa Teresa, y después se dirigió a Salamanca, para inaugurar el Auditorio que lleva su nombre y en el que lanzó un discurso de hondo calado a los teólogos.
Todo en la visita a la villa ducal estuvo marcado por la excepcionalidad, desde la presencia inédita de la imagen de Santa Teresa en la pradera de La Dehesa presidiendo al altar que se levantó para la ocasión, obra del arquitecto Emilio Sánchez Gil y en el que también se instaló el relicario con el Santo Brazo, hasta el cerca de medio millón de personas que se calculó que arroparon la visita de Juan Pablo II, que se confesó discípulo de la Santa y de San Juan de la Cruz en los caminos del espíritu.
Para los albenses ese día marcó un punto y aparte, puesto que todos recuerdan en qué punto de la Dehesa se colocaron para escuchar al pontífice. Entre los protagonistas de la jornada destacó una niña, Ruth González, con un vestido azul inolvidable para muchos, puesto que Juan Pablo II la tomó en volandas al recibir de ella un ramito de flores. Nacida el mismo día que Karol Józef Wojtyła fue nombra Papa, el 16 de octubre de 1978, apenas tenía 4 años en ese histórico momento. Para los adultos, la jornada tuvo un recorrido mucho más personal y los detalles habían sido minuciosamente preparados, así, por ejemplo, se regaló al Papa una pieza de alfarería de Bernardo Pérez Correas hecha con barro que contenía tierra del sepulcro de Santa Teresa, algo que impresionó mucho a Juan Pablo II.
Los encargados de la entrega del regalo fueron el entonces párroco, Florentino Gutiérrez y el alcalde, ya fallecido, Eladio Briñón, que también fueron dos de los artífices de la visita. Precisamente, el de Briñón es uno de los testimonios más sentimentales de la visita. El ex alcalde recordaba al Papa “muy alto e impresionante, y se le notaba en la mano el daño del atentado”. Aunque el Duque de Alba, Jesús Aguirre, recomendó a la Corporación ir de chaqué, cada cual fue como le pareció. “Todavía guardo la corbata azul y con rayas que llevé aquel día”, relataba. Como el Ayuntamiento no disponía de coches oficiales para el traslado de las autoridades “la firma Ford nos dejó dos automóviles; uno, incluso, tuvo un percance por ir con demasiadas prisas”, recordaba.
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