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Somos muchos los que no podíamos disimular un rictus de incredulidad cuando leíamos en los últimos años las noticias sobre iniciativas de instituciones salmantinas reclamando la reapertura del tren Ruta de la Plata. La reivindicación sonaba a cuento de hadas, a sueños de una noche de verano. La línea férrea en su tramo de Astorga a Plasencia pasando por Salamanca la cerró al tráfico de pasajeros el PSOE de Felipe González en 1985 y después el gestor de infraestructuras Adif desmanteló la mayor parte de la línea que acabó convertida en ruta verde.

El Gobierno socialista justificó la estocada al Oeste de España con el argumento economicista de que no era rentable. El servicio se dejaba morir con los peores trenes en los peores horarios y luego se decía que no tenía pasajeros suficientes para justificar su mantenimiento. Algo parecido a lo que ocurre con los Media Distancia de Salamanca a Madrid, que tardan ahora más que hace 30 años y en ellos solo se montan los que no tienen otra cosa que hacer que pasar tres horas mirando desfilar la sierra por la ventanilla.

El caso es que los escépticos que nunca creímos en la resurrección de la Ruta tenemos que reconocer ahora nuestro error, porque Europa se ha decidido a lanzar el Corredor del Atlántico del que la abandonada línea férrea forma parte esencial.

Pudimos comprobarlo ayer durante el Foro GACETA dedicado al proyecto europeo: las inversiones para mejorar el transporte desde Andalucía hasta Alemania forman parte de los planes estratégicos que cuentan ya con financiación contante y sonante: el Gobierno central dispone de tres mil millones de euros este año para avanzar en los tramos españoles, aunque todavía no les hemos visto el pelo.

De hecho, Salamanca está trabajando por su cuenta en el desarrollo la plataforma intermodal del puerto seco y en toda la zona industrial que lo rodea, con el único esfuerzo presupuestario del Ayuntamiento y la Junta. El Gobierno sanchista solo tiene ojos (y fondos) para Valladolid y su centro logístico ferroviario, para el que aprobó el año pasado 28 millones. Para Salamanca, por el momento, no hay dinero del Estado, ni siquiera buenas palabras. Como en tantos otros frentes, el Ejecutivo margina a esta provincia y apuesta por aquellas gobernadas por socialistas donde la inversión puede rentarle votos. Quizás haya que esperar a final de año para llamar a las puertas del nuevo gobierno, aunque tampoco es descartable que Sánchez lance alguna promesa (sin fondos, claro) entre tantas como va a anunciar de aquí a diciembre.

Salamanca se juega buena parte de su futuro con el proyecto del Corredor del Atlántico, tal y como pusieron de manifiesto ayer el presidente del CES de Castilla y León, Enrique Cabero, su homóloga extremeña Mercedes Vaquera, el gerente del Cetramesa, David Sánchez, y el presidente de Grupo Andrés, Eustaquio Andrés, en un Foro que tuvo la virtud de levantar el ánimo y abrir los ojos a un mundo de oportunidades a los más de 130 empresarios y representantes institucionales que asistieron al evento.

Ante ese reto, solo cabe que las autoridades locales y regionales, pero también los empresarios y los representantes de la sociedad civil salmantina, se pongan manos a la obra para exigir lo que se nos debe desde hace 38 años, y a la vez colaborar e impulsar la transformación de la provincia en el gran centro de comunicaciones del oeste de España, un proyecto primordial para la economía y una fuente de creación de empleo y riqueza para la provincia.

En el pasado se nos han escapado otros trenes per

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