Purgatorio televisivo
Tal vez sea demasiado exigente, pero creo que la programación televisiva es cada vez peor. Me refiero especialmente a los canales en abierto, los que ... podemos ver sin necesidad de pagar una cuota mensual. Cada vez me aburre más el fútbol y no me entrego con facilidad a las series, que requieren mucho más tiempo del que estoy dispuesto a invertir. En consecuencia, mi alternativa —la de muchos, supongo— consiste en enchufarme un rato a alguna de esas cadenas generalistas en las que es tan difícil encontrar algo que valga la pena.
Lamentable es que las cadenas usen y abusen de esos horrorosos realities en los que los concursantes cantan, cosen, cocinan, ligan, sobreviven o, pura y simplemente, dejan pasar el tiempo y venden su intimidad para goce del telespectador. Como experimento sociológico puede llegar a ser interesante, pero creo que ya se han realizado demasiados ensayos. Siento que el share me quite la razón.
Con todo, si hay algo que me altera es ese purgatorio televisivo que nos fuerzan a sufrir cotidianamente durante el llamado access prime time. Me refiero a ese rato que precede a la emisión de los programas de mayor interés y que se rellena con espacios específicamente diseñados para hacer perder el tiempo al probo ciudadano. El festival de intrascendencia comienza con un parte meteorológico que reitera, ampliados, los contenidos ya ofrecidos poco antes en las noticias. Luego llega la información sobre sorteos cuyos presentadores repiten día a día el mismo discurso y los mismos gestos, a modo y manera del alienado personaje de Charlot en Tiempos modernos. Para concluir, nos inoculan una buena dosis de videos de gatitos, de programas sacados del baúl de los recuerdos, de entrevistas interesadas o de chistes malos sobre nuestra triste actualidad.
Y, de pronto... son las once de la noche. Mala hora para los españoles de bien que madrugan, que ya se caen de sueño. ¿Debemos aceptar que haya realities en los que se canta o cocina, específicamente destinados al público infantil, que terminen cerca de la una? ¿Por qué hubo que aguantar hasta esa misma hora para ver el final del debate electoral del pasado 4 de noviembre? ¿Nadie va a limitar la voracidad publicitaria en beneficio del descanso del telespectador?
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión