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Olor a muerte en Pioz

Martes, 18 de febrero 2020, 04:00

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Hay personas que aún no saben que la muerte tiene un extraño olor. No es solo el hedor de la sangre o la putrefacción, es también el olor del miedo, que se mezcla con el de la carne sin vida y deja en el ambiente un terrorífico aroma. Es precisamente con ese perfume del pánico con el que la periodista y escritora Beatriz Osa comienza su libro titulado Olor a muerte en Pioz, perteneciente a la colección Sinficción de la editorial Al revés. Una colección donde solo escriben expertos en crónica negra, capaces de acceder a ese universo paralelo que esconden los crímenes, donde se encuentran no solo los sumarios, sino, a veces, las más pavorosas explicaciones. Ellos cuentan, sin añadir una coma de ficción, pero convirtiendo las historias reales en pura novela negra. En el caso de Beatriz Osa, su prosa sólida y su pluma brillante sirven para dotar al relato, cargado de referencias culturales, en un escenario vertiginoso donde lo acontecido parece desarrollarse frente a los ojos del lector. Hay que prepararse para encontrarse frente a un asesino que provocó horror no solo por su crueldad y falta de empatía, sino también por las ganas de convertir en espectáculo su hazaña: el asesinato de sus tíos, Marcos y Janaína, y sus primos, David y Carolina, de uno y tres años. Porque más allá de carecer de cualquier tipo de compasión, ese sentimiento que separa a los monstruos de los que no lo son, Patrick Nogueira se divirtió asesinando a su familia y no dudó en trasladarle todos los pormenores de lo bien que se lo estaba pasando a un amigo, que recogía su macabro sentido del humor a través de un chat de whatssapp.

Con enorme destreza literaria y maestría indiscutible, Beatriz Osa repasa cuanto ocurrió en aquella casa de Pioz, donde la Guardia Civil descubrió los cuatro cadáveres metidos en seis bolsas de basura, y desmenuza la oscura personalidad del sujeto que cometió el crimen, sin escatimar detalles. Se nota en esa mirada que comparte con el lector sobre Patrick Nogueira el poso que dejó en ella misma ese ser humano siniestro, que todos hubiéramos deseado que estuviera loco, pero que ni los investigadores, ni los psiquiatras, ni su familia, ni la defensa creyeron en ningún momento que lo estuviera. Nogueira siempre supo distinguir el bien del mal y planificó su crimen sin dejar nada al azar. Que su cerebro fuera anómalo, como sostenía la defensa, no le convertía de ningún modo en loco, al menos de cara a un jurado que lo declaró culpable sin dudar y lo condenó a prisión permanente revisable. Su historia pasará a los anales de las de los asesinos que más repulsión y espanto han provocado. Seres sin tara y con rasgos tan normales como el de cualquiera de nuestros vecinos que, simplemente, sintieron ganas de matar y lo hicieron. Merece la pena conocer la historia. ¿Se atreven?

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