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Los mundos de Ágatha

Martes, 29 de noviembre 2022, 04:00

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Una que además de ser pudorosa detesta hacer daño a los demás, siempre piensa que para contar la propia biografía hay que ser inmune al dolor ajeno, porque siempre hay algún damnificado. Es cierto que quienes nos dedicamos al oficio de escribir dejamos mucho de nosotros entre los renglones y hasta cuando hablamos de monstruos verdes, hablamos de nosotros; pero es que, cuando algo cae en brazos de la ficción ya es ficción y ahí sí hay licencia para matar sin sangre.

En el caso de Ágatha Ruiz de la Prada, quien peor parado podía salir en la foto, que es a quien ella llama el “innombrable”, lo más que se lleva es el insulto de “hortera” y como Ágatha lo extiende a tanta gente, pues no parece para tanto. Lo demás respecto a él, que suscitaba su morbo, se queda en poca cosa, más bien en nada, y rezuma un poco el despecho de todos los amores rotos, máxime si se describen desde el lado del abandonado. Sin esa “chicha” esperada, alguien pensará que el libro no tiene mucho interés, por más que se descubran los abortos de la diseñadora o el suicidio de su madre, pero lo tiene. Sobre todo, porque está muy bien escrito (Ágatha ha recurrido a la experta y brillante pluma de Pedro Narváez). Más allá de entrar a valorar si los mundos inalcanzables de Ágatha son tal cual ella los cuenta, si es tan leída, con tanta sensibilidad artística y tan buena anfitriona como asegura, lo cierto es que el libro se lee del tirón, suscita la sonrisa en diversas ocasiones, estremece en algunos momentos y entretiene todo el rato. Es una especie de crónica de esa España de rancio abolengo, un poco viejuna, pasada por la tómbola de luz y de color, a la que cantaba Marisol y que Ágatha lleva decorando con corazones desde hace décadas. Yo que la conocí cuando me tocó ser biógrafa de su ex, que coincido con ella los veranos, que fui con un primo suyo a clase, e incluso conozco al familiar con el que se batió el cobre por el título (aunque no tenga yo ni miajita de sangre azul, ni medio apellido ilustre, ni palacios familiares, ni fortuna) he echado de menos que nombrara alguna de las que creí que eran sus mejores amigas; pero es que el mundo inalcanzable de Ágatha ha cambiado mucho en el siglo XXI y ella ha pasado de ser odiosa (si quiere serlo no la gana nadie) a ser la más simpática (si quiere serlo, no la gana nadie) y supongo que ha ido moviéndose hacia el lado de la pandilla que más le convenía. Bueno. Parece feliz con sus flamantes Patón, tipín, cara nueva y su libro recién publicado. Que lo disfrute.

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