Borrar

Lobos y otras alimañas

Lunes, 22 de febrero 2021, 04:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La semana pasada asistimos a la inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. A priori, una nueva medida urbanocéntrica para las zonas rurales. ¿Se ha de convivir con el lobo? Sí, al igual que ha de ser protegido. Pero no todo vale por y para el mercado. Y tampoco es de recibo que quienes no conocen el mundo rural defiendan la vida de los lobos mientras reniegan de la vida de las cabezas de ganado que este se lleva por delante. Es más, es bastante probable que existan personas que no conozcan el modus operandi del canis lupus: a diferencia de otros depredadores, los lobos atacan a varias presas comiendo bocados concretos y certeros. Es decir, el ataque del lobo no supone una res muerta y devorada; sino que de un solo asalto puede acabar con la vida de una docena de ovejas y dejar a otras tantas malheridas o heridas de muerte. Se me tachará de especista, pero tampoco soy biólogo. En cambio, sí creo que se debe coexistir para conservar la diversidad de nuestra tierra, un valor que sin duda es responsabilidad de todos y todas -no solo de los sectores afectados- mantener, cuidar y agradecer. No podemos defender a ultranza la conservación de todas las especies mientras acudimos en tropel el fin de semana al Pozo de los Humos dejando una huella ecológica importante en el lugar (y, todo sea dicho, un beneficio económico muy escueto en la zona).

Quede constancia de que no comparto la visión de aquellos que practican el mal llamado “deporte” cinegético. No obstante, los representantes públicos y los colectivos animalistas deberían de ponerse en la piel del otro. No en la de esos “deportistas”, sino en la de las ganaderas. Deberían plantearse cómo esta medida puede afectar a una profesión ancestral, con los gastos que le supone esta declaración a su empresa. Se debe garantizar la protección al lobo, mientras se financia públicamente -otra vez el Estado al rescate- medios materiales para que los trabajadores de la ganadería extensiva puedan garantizar la vida de sus animales. Coexistencia entre las especies que ha de pasar por un coste económico de toda la sociedad, no de un sector concreto.

Tampoco entienden estos urbanocentristas que el modelo rural es un modelo sostenible. Evidentemente, no hablo de que se le obligue a comer carne a nadie si por cuestiones morales lo rechaza. Pero vale la pena hacer un ejercicio de reflexión sobre el origen de los productos. Tradicionalmente, en las zonas rurales se sabía lo que se comía. Yo mismo, y a pesar de mi corta edad, bebía leche de las vacas de la Paca la lechera. Y si nos lo planteásemos y dejásemos atrás deseos de grandilocuencia capitalista, pequeñas comunidades autogestionadas funcionarían bastante mejor que el modelo neoliberal globalizado. No tiene sentido importar productos de otras latitudes del mundo cuando los tienes a la puerta de casa o a escasos kilómetros. Piense el lector el ahorro en costes medioambientales que supondría consumir algo tan común como las manzanas de un mercado de proximidad, sin necesidad de que sean transportadas en aviones, barcos y camiones desde Perú, Marruecos o Estados Unidos hasta el frutero de tu cocina. ¿Encuentra el lector sentido a que, un servidor, coma normalmente fruta importada de esos países, pero que en Viena degustase melones y manzanas con origen español? Y, es más, supondría un impulso al sector primario, tan abandonado por las instituciones, así como una plausible medida para fijar población en términos de creación de puestos de trabajo ligados no solo al sector agropecuario, sino también a la industria agroalimentaria.

“El hombre es un lobo para el hombre”. Ese lupus est homo homini que Hobbes empleó en el siglo XVII para justificar que en Estado natural los hombres -y las mujeres- somos agresivos y egoístas y que ha sentado las bases de las sociedades occidentales desde entonces. Premisa que desecho de raíz por tener otra filosofía sobre la naturaleza humana. Si bien, no puedo evitar reflexionar sobre como resuenan los ecos de aquellos que tienen mayor consideración con otros seres vivos que con los entes de su misma especie. Mujeres y hombres que sufren al ver perros abandonados, pero miran hacia otro lado cuando ven a una persona sin hogar mendigando en la calle. Restaurantes veganos que no dudan en explotar a sus trabajadores.

Mientras tanto, y en lo que aprendemos a convivir con el lobo, deberían de preocuparnos otro tipo de alimañas. Sabandijas que campan a sus anchas por cementerios de este país y que, sin duda, pueden hacernos más daño que cualquier lobo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios