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Lo peor que le puede pasar a la Región

Jueves, 11 de marzo 2021, 04:00

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El tremendo lío institucional provocado ayer a raíz de la moción de censura en Murcia confirma la falta de escrúpulos, la bajeza moral y la falta de sentido de Estado de la clase política en España. Cuando la nación atraviesa uno de los peores momentos de su historia, inmersa en una terrible pandemia, en medio de una crisis económica brutal y con la sociedad al borde del colapso, los dirigentes de algunos partidos políticos deberían tener más clara que nunca su obligación de trabajar por los ciudadanos para sacar a España del atolladero. En lugar de eso, ayer unos cuantos de esos dirigentes demostraron que les interesan más las rastreras batallas políticas y la aspiración a ocupar puestos y cargos que hacer frente a los gravísimos y acuciantes problemas sanitarios, sociales y económicos que sufre nuestro país.

Revueltas y confabulaciones como las que se vivieron ayer en varias autonomías solo contribuyen a tensionar, a radicalizar y a envenenar la vida política, a enfrentar y enervar a los ciudadanos, condenando la gestión contra la pandemia que nos asola a un alto grado de inestabilidad e incertidumbre.

Fue Ciudadanos, un partido en descomposición tras el batacazo en las elecciones catalanas, el que abrió las hostilidades presentando dos mociones de censura a la Comunidad y el Ayuntamiento de la capital de Murcia que hasta ahora gobernaba junto al PP y a cambio de sendas poltronas para dos de sus líderes. La formación que preside Inés Arrimadas traicionó el pacto de cuatro años con los populares sin ni siquiera molestarse en justificar el daño que a la estabilidad y la continuidad de la gestión en favor de los murcianos suponen ambos ‘asaltos’ de la mano de los socialistas.

El terremoto se trasladó de inmediato a Madrid, donde la presidenta popular Isabel Díaz Ayuso anunció la convocatoria de elecciones regionales para frenar una moción de censura similar a la de Murcia, que se podría estar gestando en la Comunidad. Una decisión valiente, en busca de la estabilidad, que el PSOE y Más Madrid intentaron frenar suscribiendo de urgencia sendas mociones y provocando una controversia sobre qué medida tiene prevalencia (la convocatoria de elecciones o las censuras) que todo apunta que deberá ser resulta en los tribunales.

Y en Castilla y León, el líder de los socialistas, Luis Tudanca, se apresuró a presentar su propia moción de censura contra el presidente Alfonso Fernández Mañueco, aprovechando el tirón de la irresponsabilidad de Ciudadanos en Murcia para pescar en río revuelto.

La iniciativa de Tudanca parece destinada al fracaso, por cuanto fue presentada con la firma de los 35 procuradores socialistas, sin ningún otro apoyo, y, salvo sorpresa, desembocará en el ridículo del grupo socialista cuando se celebre, presumiblemente dentro de dos semanas.

El improbable éxito de la moción del PSOE sería sin duda lo peor que le podría pasar a los castellanos y leoneses. Tudanca la ha presentado con la única esperanza de recoger tránsfugas de Cs (la dirección regional niega cualquier posibilidad de apoyar al PSOE), que rompan su compromiso de pacto con el PP para asegurarse un cargo político bien remunerado. No es la gestión buena o mala en la lucha contra la pandemia lo que mueve al líder de los socialistas en la Comunidad, sino la ambición de desplazar del poder regional al centro derecha, cuya coalición ha venido funcionando de forma razonablemente satisfactoria durante casi dos años.

Porque, por encima de los buenos o malos resultados y de las discrepancias puntuales sobre cómo hacer compatible la necesaria contención del virus con la conveniente reapertura de la economía, el pacto entre Mañueco y Francisco Igea, avalado por Inés Arrimadas, ha permitido una política estable y firme en el combate contra la enfermedad. Frente a esa estabilidad, un gobierno regional presidido por Tudanca, en alianza con los comunistas, los separatistas de UPL y tres o cuatro tránsfugas, arribistas y ambiciosos, de los doce que dispone Ciudadanos en las Cortes autonómicas, supondría sumir a Castilla y León en un experimento de radicalismo y descoordinación que podría resultar fatal tanto para la complicada gestión sanitaria como para la recuperación de la economía.

Contra ese temible panorama de incertidumbre y mezcla de intereses bastardos, debemos confiar en el buen sentido, que algo debe de quedar, en la dirección nacional de Ciudadanos, y en la fiabilidad y respeto a la palabra dada de Igea y el resto de procuradores naranjas. Lo contrario, el apoyo a la moción de censura, sería una nueva muestra de esa ‘plaga’ de políticos abonados al “qué hay de lo mío” que nos ha tocado sufrir a los españoles en el peor momento de nuestra historia reciente.

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