“Lluvias y azul”
Al fin parece que el otoño imprime nombre y los tractores en los campos ya no sacan polvareda del terruño seco. Huele a agua y ... a tierra mojada, ese perfume indiscutible de esta estación donde millones de hojas acaban pudriéndose en bosques y caminos para formar el humus de colores coñac y aromas parecidos. Los agricultores han preñado los campos con la simiente que, con el paso del tiempo, fructificará en cosecha. Nuestro campo charro empieza a beber después de la larga sequía, pero aún le queda para recuperar las charcas, los acuíferos, los arroyos, los ríos. Y mientras esto sucede al son de un otoño que da esperanza para los campos, la ganadería tiembla por la nueva vacunación de la lengua azul.
Hay quienes piensan que la carne de la que nos alimentamos llega a supermercados y carnicerías por arte de magia. Nada más lejos de la realidad. Para poder tener un filete en la mesa es necesario un proceso largo, muy largo, para que ese delicioso plato lo tengamos en casa. Las vacas deben preñarse, llegar a término la gestación, parir los becerros y ellos llegar a los pesos requeridos para ser aptos en el matadero. Y todo este periplo es el proceso de la vida y la vida es siempre una continua sorpresa que en cualquier momento se puede interrumpir, perdiendo trabajo, inversión y el futuro beneficio. El trabajo de los ganaderos es ingente, pues los animales comen los 365 días del año sin excepción. Manejar el ganado es duro y peligroso y nuestro ganado cumple con todos los requisitos sanitarios, tanto los de la normativa nacional como los requeridos por la Comunidad Europea. Para poder cumplimentar todos esos requisitos, a los animales se les hacen los saneamientos que se llevan a cabo con toda la cabaña de la explotación. Estas faenas implican riesgos para animales y trabajadores que, unido a los trabajos de apartar y desahijar, las tareas ganaderas se complican muchísimo. Desde septiembre para acá se están produciendo muchos nacimientos en la dehesa y los pequeños nacidos necesitan tiempo para hacerse, pero ahora habrá que movilizarlos a todos pues acaban de saber los ganaderos que hay que vacunar de “Lengua azul”, otro trámite más, otro problema más, mil riesgos más...
Este ojo que observa ve como día a día esta profesión se complica, los requisitos se multiplican de manera exponencial, las trabas son mayores y las dificultades cada día aumentan. Todo el mundo quiere una profesión con 8 horas de trabajo, vacaciones, moscosos, seguridad salarial... y en el campo las cosas no van así. ¿Y se preguntan por qué se va la gente...? pues blanco y en botella. De seguir así las cosas, me pregunto quién se va a quedar cuidando el ganado porque hacer una sustitución de cualquier profesión es relativamente fácil, pero cubrir bajas, vacaciones... en la ganadería, es tremendamente difícil o imposible.
Acabaremos comiendo algas todo el mundo o pastillas sintéticas.
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