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La metáfora de “El Plátano”

Sábado, 18 de mayo 2019, 05:00

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Cada mes de mayo por estas fechas Blas Romero “El Platanito” se acerca a mi mesa, en la redacción de Antena 3 noticias, para darme dos carteles de mano de la feria de San Isidro. Sabe que me gusta enviárselos a mi padre y a mi suegro, que no se pierden los toros desde la distancia y que guardan ese trozo de papel cuché en el bolsillo para tener claro lo que viene por delante. La entrega de los programas de mano suele ir acompañada de un breve análisis de los carteles o de una pequeña conversación sobre el mundo de los toros. “El Plátano” suele ser parco en palabras, aunque le gusta rematar las frases con una sonrisa pícara a modo de media verónica, para dejarte ver que es más lo que calla, que lo que suelta. Nadie como él para saber lo que se cuece por debajo del albero.

Alguien acabará escribiendo la vida de este “Juncal” de carne, hueso y cornadas, que derrochó la fama y el dinero por culpa de, son palabras textuales, “la mala cabeza”. Le llamaron “El Cordobés de los Pobres” en los años sesenta, tomó la alternativa en los setenta y consiguió llenar los tendidos de Vistalegre una y mil veces, con su toreo tremendista que encandilaba esa parte de España que necesitaba evadirse con iconos como él. Un tsunami de puertas grandes en plena juventud que, seguramente, encontró en la inmadurez el mejor caldo de cultivo para llevárselo todo por delante.

Hoy, a sus 74 años, “El Plátano” sobrevive pateando, con su “cornada de espejo”, las redacciones de los medios de comunicación para vender lotería. Hace dos martes, mientras me daba los carteles de este año, me dio por pensar en la cantidad de metáforas que encierra en sí mismo. Te vende la suerte mientras, seguro, que maldice su fortuna. Arriesgó la vida delante de un toro y la echó a perder después, fuera del ruedo...

Su ejemplo debería ser una lección en las escuelas de tauromaquia y en las de las promesas de cualquier deporte. Seguro que no es el primero, ni será el último. Los álbumes de la fama están llenos de caídas estrepitosas y también de juguetes rotos. Qué importante debe ser entrenar también la madurez, la elección del entorno o administrar los rincones oscuros que debe haber tras de los triunfos. José María García, el hombre que lo fue todo mucho más allá de la radio, contaba que Santiago Amón siempre le decía que “detrás del éxito no había nada”. Quizá detrás no, pero después si puede estar incluso el fracaso. Ahí tenemos a Blas Romero para saberlo. El hombre que todos los días pasea su pasado sin perder los andares de torero. El joven que hace 50 años fue capaz de darle muletazos a un toro pero incapaz de lidiar las consecuencias de su propio éxito.

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