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La hucha y el banco

Viernes, 6 de agosto 2021, 05:00

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NAVEGANDO por mi memoria he recordado que, en mi pueblo, cuando nacía un niño (y también una niña, que ahora hay que tener cuidado con ... las expresiones) existía la costumbre de que los abuelos (en algunos casos los padres) iban al banco a Arévalo, que era donde estaba la oficina, abrían una cuenta a nombre del recién llegado/a tutelada por ellos y recogían una hucha, que solo se podía abrir en la entidad financiera. Uno de los primeros recuerdos de mi infancia es justamente la hucha. En mi caso era del Banco Central, metálica, pesaba lo suyo, de color plata y de forma ovalada con un asa. En un extremo tenía un agujerito para meter los billetes de una peseta (que existían) enrollados, mientras que en el otro había una ranura, con un mecanismo de bloqueo, por la que se introducían las monedas. Desde nuestra más tierna infancia cada vez que nos daban una propina nos “recomendaban” que fuera a parar a la hucha, para que se llenase pronto y llevarla al banco. Cuando estaba repleta, el premio consistía en viajar hasta Arévalo, ir a la sucursal, comprobar como el bancario abría la hucha y apuntaba en la cartilla la cantidad correspondiente. Salías de allí con la hucha vacía y preparada para ser llenada otra vez y, sobre todo, volvías con algunos dulces o algún juguete que siempre “caía” en las tiendas de al lado, en justa recompensa por haber practicado lo que se suponía que era una virtud, el ahorro.

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