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DE CALLE

El miedo a pactar

Andan los de Feijóo reticentes a los pactos, como si llegar a acuerdos con Vox fuera peor que hacerlo con Podemos, ERC o Bildu ·

Jueves, 8 de junio 2023, 05:00

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Mientras soportamos la precampaña visceral que Pedro Sánchez ha puesto en marcha para enterrar sus culpas en la derrota del 28-M, toca hablar de pactos. En Salamanca y en Castilla y León casi todos los acuerdos posibles en los ayuntamientos comprometen a PP y Vox y las negociaciones van lentas, más que nada debido al interés de los populares por llegar vírgenes al 23 -J para no ser afeados por la izquierda.

Entre los discípulos de Feijóo sigue imperando el síndrome de la vergüenza a la hora de pactar con los de Abascal. Los populares están afectados por ese complejo impuesto por los socialistas y toda la caterva de partidos a la extrema izquierda, y no parece que puedan superarlo con facilidad.

El caso es que no existen razones objetivas para sustentar ese mantra por el cual llegar a acuerdos con Vox sea peor que pactar con Unidas Podemos, ERC o Bildu. Basta con comparar lo ocurrido en la Junta de Castilla y León con las actuaciones del Gobierno de la nación para comprobar la enorme distancia entre el daño que hayan podido causar unos y otros coaligados.

Castilla y León no se ha convertido en un nido de fascistas ni se ha hundido el sistema de protección social en la Comunidad tras un año de presencia de los verdes en la Junta. Aquí no se ha indultado a los hombres condenados por violencia de género, como sí ha hecho el Gobierno sanchista, que no solo ha indultado a los golpistas catalanes sino que ha sacado de la cárcel o rebajado las penas a más de mil violadores y agresores sexuales. No ha habido intentos de asalto al poder judicial, como sí se han registrado en la Corte, ni se han organizado homenajes a los 'héroes' del franquismo como sí se han celebrado, con todos los parabienes del Gobierno, homenajes a los asesinos etarras.

Aquí, en Castilla y León, lo más grave que ha ocurrido ha sido el intento del vicepresidente García-Gallardo de presionar a las mujeres que quieren abortar, pero su plan quedó sepultado por la reacción del presidente Mañueco. Nada ha cambiado en el protocolo del aborto, para disgusto de las poderosas terminales mediáticas del sanchismo que esperaban ese retroceso como argumento para hablar de fascismo e involución en la Comunidad.

En Castilla y León lo que ha habido en la Junta ha sido mucho griterío y mucha declaración extemporánea por parte de Gallardo, y algún que otro atentado al diálogo social, en forma de recorte de subvenciones a patronal y sindicatos. No es ninguna tontería, pero tampoco da como para justificar el espantajo del «¡que vienen los fachas!».

La vida de los castellanos y leoneses no se ha convertido en un infierno con la entrada de Vox en la Junta. Más bien se puede afirmar que todo sigue igual. Por eso no se entienden las reticencias de Feijóo y sus adláteres. Pero ahí están, remoloneando ante la posibilidad cierta de que les toque compartir con Vox no solo ayuntamientos y autonomías, sino el Gobierno de la nación.

En el PSOE, en cambio, no se andan con tantos remilgos. Tenemos el ejemplo de Sotoserrano, con los socialistas negociando el consistorio con los verdes para impedir que continúe con el bastón municipal el popular Sebastián Requejo. Por lo demás, en Salamanca el PSOE subsiste con más pena que gloria sin que los responsables máximos del partido hayan asumido su cuota de responsabilidad en el retroceso en las municipales. Ahora se trata de repetir en las candidaturas al Congreso y el Senado y para eso lo mejor es mantener la boca cerrada y no hacer caso a lo que se vota en las agrupaciones, que esas votaciones las carga el diablo.

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