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Juego de tronos sin corona

Martes, 16 de marzo 2021, 04:00

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NO sé si a ustedes, pero a mí, tantos días de ajetreo político me tienen agotada. Tengo una sensación de trapicheo electoral que no me aclaro con ella. Que sí los de Cs andan de conversaciones con los PSOE para conseguir que prosperen mociones de censura, y así cambiar el mapa de España de color y, de paso, acceder a los fondos europeos de cooperación, que es lo que de verdad persiguen; que si la presidenta de Madrid, viendo lo que le andan preparando a sus espaldas, reacciona y dimite y convoca elecciones; que si aquellos que dijeron “digo” dicen “Diego” y retiran sus escaños de la moción de Murcia, a pachas con el PSOE, para que sus socios del PP sigan en el poder... Y para terminar que si el vicepresidente del Gobierno, con todo lo que luchó para ser vicepresidente, con toda la responsabilidad que aceptó al serlo, con todos los compromisos que adquirió para ocupar ese cargo al que nunca hubiera llegado con ese puñadito de escaños con el que su partido se convirtió en socio del partido de Gobierno por aquello de los pactos, se larga sin pensárselo dos veces.

Y no es solo que deje su puesto para batirse el cobre en la arena de la Comunidad de Madrid, frente a Ayuso -qué fuerte la deben ver, para mandar a la artillería pesada- sino que, además, se va dándole instrucciones -casi órdenes- a Sánchez de a quién tiene que poner en su lugar y a quién debe colocar el este y el otro ministerio.

Dicen y cuentan que Pablo Iglesias ha tomado esta decisión porque en las encuestas no daban a Podemos ni un cinco por ciento en los próximos comicios y que ha decidido “inmolarse” para salvar a su partido de la desaparición y, naturalmente, cual mesías, a toda la izquierda... Aunque el trasfondo de todo es, aparte de conseguir un resultado algo más honroso, poder poner las manos sobre ese Madrid al que todos quieren acceder y que, ay, se les escapa... Así las cosas, el tablero de ajedrez está cada vez más complicado y más lleno de ambición. Y lo peor es que ya no se sabe dónde colocar los colores de unos u otros. Ni tampoco se puede preguntar si toda esta revolución política obedece a que nuestros representantes busquen lo mejor para España. Está claro que lo que pretenden en esta ocasión -o quizás siempre- es defender sus colores y no los intereses de todos los españoles. Así que, gane quien gane en este juego de tronos sin corona, que se preparen los que no sean del equipo que salga victorioso, porque caerá sobre ellos todo el peso de ese poder que solo persigue perpetuarse, aunque sea moviendo piezas presuntamente intocables y hasta rompiendo la partida.

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