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Humo, polvo, nada y viento

Sábado, 2 de noviembre 2019, 04:00

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Lucía hermoso el cementerio de Béjar. Allí nada más entrar, pasillo central, el viejo “Yemitas”, don Eduardo Gancedo, salesiano, el primero que indujo a este ... alumno a escribir. Los parientes, y cerca una inscripción insólita, no de los deudos, que es lo usual, sino del presuntuoso cadáver, porque afirma prolongar el afecto, y sin ir al infierno: “Yo muero, pero mi cariño no muere; os amaré desde el cielo, como os he amado en la tierra”. Quien encargó al marmolista esa leyenda, no había leído a Calderón, del que he tomado el título para esta columna, y que en otro romance nos recuerda : “Una llama soy que vivo/obediente a un fácil soplo,/humilde barro y al fin/fuego y humo, tierra y polvo”.

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