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El papa Francisco reconoció que no temía al final de la vida. Se imaginaba ese momento con «una luz muy grande», que traía una felicidad del mismo tamaño. Sí confesó que le había pedido al Señor que la muerte «no le agarrara inconsciente». «Que al menos la vea venir». Y como si así hubiera sido, el papa tuvo un adiós de película, igual que si entre los dos hubieran acordado cada una de las escenas finales. Hoy es la última. Ese ataúd de madera. El mundo está en el Vaticano. Un millón de personas, 50 líderes mundiales, 130 delegaciones de creyentes y no creyentes...
No se entiende que el presidente de España no acuda al funeral. Y que no haya dado explicaciones. Y eso hace que se den de todo tipo porque se trata de explicar lo que parece inexplicable. Están los que mantienen que no va por evitar a los Reyes. Pero en su X, Pedro Sánchez destaca un vídeo con el Rey. Están los que dicen que es lo contrario, que es por no quitarle protagonismo a Felipe VI. Y eso sería novedad. Pero es que, además, se sientan en filas separadas por el protocolo: los reyes delante y él, más atrás. Están los que dicen que es justo por eso, porque al presidente no le gusta estar detrás.
Están los que dicen que si no va es por no disgustar más a sus socios, que están con las balas. Pero Yolanda Díaz, que es su socia, sí va. Están aquellos que mantienen que lo hace por lanzar el mensaje de que España es un estado laico, pero en un funeral de creyentes y no creyentes queda un poco ridículo. Están los que mantienen que es por Feijóo, que como va, no le apetece estar en el Falcon con él, que sólo tiene 12 plazas. Están los que tiran de risas y creen que se queda para celebrar el año de la carta de amor a Begoña. Los que le ven estratega y mantienen que lo hace para que se hable más de él y menos del «hermanísimo», de Begoña, Ábalos, o del fiscal. Y están los que dicen que tendrá otras cosas que hacer y que otros tampoco van.
Por ejemplo, no estará Putin, que envía a la ministra, como Sánchez a los ministros. Y tampoco irá la presidenta de Perú, pero porque el Congreso no le dio permiso. A Sánchez no le pasaría eso porque no pide permiso al Congreso ni para ampliar el presupuesto de Defensa.
Hay quien dice que no va porque lleva toda la semana hablando de armas y siendo el «señor de la guerra» y publicando y despublicando en el BOE. Pero al funeral no va Netanyahu, que ni ha dado el pésame.
También están los que defienden que, a lo mejor, no se llevaba con el papa, pero el Gobierno español es precisamente el que mostraba más sintonía con los postulados sociales de Francisco. Que Rajoy y Francisco se vieron una vez y sus ministros se quedaron sin verle. Con Sánchez se abrieron las puertas del Vaticano, aunque discreparan por la exhumación de Franco, o eso dicen. Y él fue dos veces. La primera, con Begoña de negro. Y en la segunda, el papa le regaló una obra de terracota, «Ternura y amor». Sánchez a él, un cofre de monedas, a lo mejor sin caer mucho en la cuenta de que era el papa de los pobres.
No se entiende que no vaya porque el funeral llega en un momento mundial crítico, apunta a intento de cumbre política y si Sánchez es el líder que apunta a ser, debería estar. Von der Leyen intentará hablar con Trump, igual que Zelensky. Y dicen que a lo mejor no va Sánchez por lo de su viaje a China, por si Trump le dice algo. Como ese «siéntese» de la cumbre del G-20.
Está quien dice que da igual que no vaya si están los Reyes, pero es que cada uno ahí tiene su papel.
Otros dicen que lo que pasa es que Roma está llena de españoles y que él lo que no quiere son abucheos. Y que por donde va, se los lleva. Es lo que tiene no dar explicaciones.
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