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Opinión

El postre de la vida

En los nietos proyectamos la imagen inconsciente del árbol de la vida al que pertenecemos y nos facilitan trascender la idea de la muerte

Lunes, 29 de julio 2024, 05:30

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Acabamos de celebrar el Día de los Abuelos, que inventó el Padre Ángel en 1998 para redundar en el homenaje que ya veníamos celebrando el 19 de marzo y el primer domingo de mayo. Bien traído el día de San Joaquín y Santa Ana. Por festejar que no quede y miel sobre hojuelas. Pero a mi se me antoja más bien que julio es el mes de los nietos. Con los padres todavía ausentes y los niños libres, sin colegio, la tercera generación toma al asalto la casa de los abuelos y llena con su bullicio los pueblos de la Salamanca vacía, en un espejismo de pulso de vida que por igual entusiasma y agota a los yayos. Incluso aquellos que el resto del año no dan señales de vida, se hacen presentes ahora sin reservas y con estrépito. Y aunque tienden a poner patas arriba la existencia necesariamente tranquila y rutinaria de la tercera edad, sus risas y sus lloriqueos son celebrados desde lo más profundo del corazón. Sí, es sin duda la fiesta de los nietos.

Me ha dado por pensar en esto leyendo las declaraciones de la reina Silvia de Suecia, en una entrevista veraniega con el Kamratposten, que tiene nombre de fiordo pero que es una revista infantil. Sólo a una reina abuela de ocho nietos se le ocurre conceder una entrevista a un tebeo. Define ahí a los nietos como «el postre de la vida». Suscribe la frase que escuchaba a su madre, Alicia Sommerlath, nacida Soares de Toledo, una brasileña de ascendencia española nacida en 1906 en la ciudad de São Paulo. Esos genes justifican seguramente su pasión manifiesta por los nietos, según mi experiencia menos confesable en las culturas anglosajonas y germánicas que en las hispánicas, pero en todo caso universal. Y la Psicología también se adhiere a esa máxima, al explicar que en los nietos proyectamos la imagen inconsciente del árbol de la vida al que pertenecemos y nos facilitan trascender la idea de la muerte. Por eso, incluso en el caso de nietos que pasan el verano desatando su frustración urbana, comportándose como tiranos en la piscina pública o tirando piedras a los tejados de los vecinos, triste vergüenza para sus abuelos, sigue quedando un resto de inexplicable satisfacción. Postre amargo, pero postre al fin y al cabo.

El problema es que, siguiendo este argumento y a la luz de las estadísticas, corremos serio riesgo de quedar castigados sin postre. Porque apenas nacen nietos. Cierto es que los nacimientos en Castilla y León han aumentado un 6,5 % en lo que va de año y somos ya la tercera comunidad donde más ha crecido la natalidad, pero con poco más de cinco nacimientos por cada mil habitantes, la media nacional, no alcanza. Como justificación o excusa de quienes prefieren no tener hijos escucho todo tipo de argumentos, desde quienes no se sienten preparados, como si alguien pudiese estar preparado para la madre de todas las aventuras que es tener hijos, hasta quienes lo evitan para salvar el planeta. De mortuis nihil nisi bene, que dijo Diógenes.También hay quien alega un hedonismo tan sincero como vacío. A todos respeto, pero no puedo evitar pensar que, sin nietos, vamos a ser los abuelos más tristes de la historia. Cuando todo sean achaques y nos empiece a fallar la memoria, cuando comencemos a olvidar nuestros éxitos profesionales, el registro de la propiedad y todos esos lugares a los que viajamos apresuradamente para hacer una muesca más en la culata de la vida, no habrá nietos que con su frescura nos saquen la roña de la biografía y que logren remover con su inconsciencia aquello que una vez deseamos ser. Será una vida sin postre. Mi postre sueco preferido, por cierto, es el semla, el último dulce antes de Cuaresma. Y en Suecia, por cierto, los abuelos disfrutan de permiso paternal de 90 días, si faltan al trabajo para cuidar a los nietos.

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