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Todavía está él de cuerpo presente y nosotros ya peleando por la herencia de Francisco. Unos abanderando su idea de Iglesia pobre y alegando que abrió su mirada a la realidad homosexual y otros recordando que entre los más pobres defendió a los no nacidos y que, respecto a lo otro, no cambió ni una coma. Como buitres. Pero seguramente no hay halago mayor y más sutil que ese, el intento de apropiarse de su autoridad moral, que indudablemente la tuvo, en estos tiempos en los que andamos tan escasos de líderes respetables.
Mi homenaje particular, sin billete a Roma, consiste en recalcular la ruta de mi celebración del Día del Libro y releer al menos parte de lo que dejó escrito. Su última publicación, documentos eclesiales aparte, fue su autobiografía titulada «Esperanza». Lo leí en el avión, de camino a la Feria del Libro de Frankfurt en la que fue presentado, para entrevistar a Carlo Musso. Fue una lectura atropellada y levantisca, debida a mi enfado por el draconiano contrato de confidencialidad que me hizo firmar la editorial como condición. ¡Con las ganas que tenía el papa de llegar a todos y cuanto antes con su mensaje! Tendré que volver a leerlo con más paz. Mientras tanto, desempolvo «Sobre el cielo y la tierra», que escribió el todavía cardenal Bergoglio con el rabino Abraham Skorka. «La vida cristiana es una suerte de atletismo, de pugna, carrera en la que hay que deshacerse de las cosas que nos separan de Dios», encuentro subrayado.
Francesca Ambrogetti dijo una vez que los que no entendían a Francisco es porque no conocieron a Bergoglio, de ahí la importancia de sus entrevistas y las de Sergio Rubin, que empezaron antes de que fuese papa. Pero si no hay tiempo o espacio para todo, yo seleccionaría el libro firmado por Francisco en 2017 «¿Quién soy yo para juzgar?», sobre algunos de los temas sociales más debatidos en el seno de la Iglesia e invitando a abordarlos desde la tolerancia y la compasión. Acuñó el término «esclerocardia» para definir la dolencia de dureza del corazón, que diagnosticaba como resultado de un aislamiento egoísta que termina por pisotear la dignidad humana.
Faltan varios en mi biblioteca. El siguiente en la estantería es ya de 2024, «Vida», en el que relata su historia personal a través de los acontecimientos más relevantes de los últimos ochenta años, desde la Segunda Guerra Mundial hasta hoy y en un lúcido diálogo con los acontecimientos. Y hay uno que falta porque lo he prestado, muchas veces desde que lo leí en 2022. «Te deseo la sonrisa» habla sobre la alegría inscrita en el ADN del cristianismo. Para Francisco, Dios era dicha y proponía quince pasos concretos para alcanzarla. Nos quería contentos y nos quería a todos. Mejor leerlo.
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