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ARBOTANTE

El gallo de Barcelos

Miércoles, 18 de junio 2025, 05:30

Me reprochan que no escriba contra Sánchez ahora, cuando los excrementos de la corrupción y el saqueo le llegan hasta el cuello. Mi primera respuesta es que yo no escribo contra nada ni contra nadie; siempre a favor, en este caso de España. La segunda es que ya me ocupé del perverso y atrabiliario discípulo de Maquiavelo, denunciando la gangrena que supone para el orden institucional, para España y para la izquierda. Era entonces valioso ese discurso, más que ahora, ya podrido el protagonista y cuando el daño está hecho. Ahora no hay articulista o editorial que lo defienda, como en su día hicieron personalidades que perdieron con ello su respetabilidad. Véase Margarita Robles. Sólo queda sosteniendo a Sánchez, verso enamorado, nuestro David Serrada.

No entiendo, por otra parte, la euforia desatada, como si Sánchez fuera a dimitir o a adelantar las elecciones. No está en su naturaleza, como no está en la mía hacer leña del árbol caído. Sería, desde luego, un alivio. Pero lo dudo. Una señal en esa dirección es, desde luego, la llamada que he recibido pidiendo consejo sobre «periodistas o intelectuales de derecha» (la conjunción adversativa me ha dolido) a los que invitar a eventos culturales institucionales. Ojo, que los funcionarios perceptores de rollizos salarios públicos tienen para esto un sexto sentido. Perciben los cambios de gobierno antes de que ocurran, fruto de sus traumatismos. Son como ese hueso roto y soldado, ese reuma, que predice ya de por vida que se aproximan las lluvias. Se reorientan con la eficiencia de las veletas. Son el gallo de Barcelos, que muda misteriosamente sus plumas a un tono más azulado cuando se espera buen tiempo y a otro más rosáceo si se esperan lluvias. Son la más fiable de las predicciones, como el fraile del tiempo, sentado con un libro abierto y la bola del mundo a sus pies. Su mecanismo interno reacciona por medio de resortes que el resto no vemos y levanta o baja la mano para acomodarse convenientemente. Si hay programadores culturales otrora obsesionados con las zanjas de la memoria, que todavía anteayer recomendaban libros de Almudena Grandes y ahora buscan nuevos Josés Luises Garcis para sus bolos, es síntoma inequívoco de permuta, por mucho que yo no vea todavía brillar el sol. Y eso me lleva a mi tercera respuesta: esto no acaba.

Somos una generación que no ha vivido una guerra: nos tocó una especie de lotería histórica. Pero el 70% de los ganadores del gordo se arruina en cinco años, sucumbe a disfunciones emocionales, sociales y financieras. Así nos veo: un país con todo lo necesario para avanzar, crear y disfrutar, pero disfuncional, con el marco institucional roto y empecinado en el enfrentamiento. Esa será la herencia de Sánchez, cuando lo saquen los suyos a patadas. Su marcha no será el final. Ojalá sea al menos el principio.

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