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CHURRAS Y MERINAS

Singularidad frente a pluralidad

Si la singularidad catalana se consuma, Hacienda recaudará menos y las economías de las comunidades «de a pie» se resentirán

Domingo, 20 de julio 2025, 05:30

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Están empeñados nuestros (mal)gobernantes en hacernos creer que Cataluña vive infrafinanciada. Y a fuerza de repetirlo en todos los órganos y medios de comunicación afectos a las ubres del poder, nos lo acabaremos creyendo. Escribía yo el pasado mes de febrero, cuando el chanchullo se estaba cocinando, que esto de la financiación singular nos iba a salir muy caro. Tanto que la factura del cupo podría llegar a costarnos la fragmentación de un Estado de difícil manejo en el futuro. Por más que desde el Gobierno se nos intente convencer de las bondades del trafullo –singularidad para todo el mundo--, los beneficios han sido siempre para los mismos, es decir, para las autonomías forales de Navarra y País Vasco, que ya tienen su cupo asegurado en razón de unos fueros medievales de curiosa pertinencia y rancio tufillo a carlistada viejuna. No obstante, la Disposición Adicional Primera de nuestro texto constitucional así lo consagra. Ahora, mediante el consabido chantaje, se unirá Cataluña al club de los favorecidos. Unos estarán contentos. Otros, es decir, el resto del país, no tanto. Como recordaba yo en esa ocasión, no se puede contentar al mismo tiempo a la berza y a la cabra. Me temo que la berza vamos a ser todos los demás pringaos que formamos parte de una nación cuya «indisoluble unidad» se ve cada vez más cuestionada.

El catedrático de Economía de la Universidad de Pennsylvania Jesús Fernández- Villaverde ponía un ejemplo suficientemente clarificador en una reciente entrevista. Reconocía, para empezar, que en España hay ciudadanos de primera y de segunda. Los primeros, los habitantes de las dos autonomías privilegiadas, selecto grupo al que aspira a unirse Cataluña. Los segundos, los del régimen fiscal común. O sea, el resto. Y ponía un ejemplo el economista asturiano: cuando un paisano de Mieres toma una sidrina, un uno por ciento del IVA que paga se lo queda el País Vasco.

Si la singularidad catalana se consuma, Hacienda recaudará menos y las economías de las comunidades «de a pie» se resentirán. Así lo reconoce la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal. En otras palabras, vamos más pronto que tarde a la quiebra del Estado. ¿Excesivo alarmismo? Ya veremos, pero la cosa pinta mal ante esos atisbos de confederalismo a la española.

Nos quedará el consuelo de saber que quien sueña con ser rico en esta vida se percatará de su pobreza cuando le despierte la muerte. Pero, a esas alturas, la cebada al rabo. Entretanto, algo habrá que hacer al respecto. Por lo pronto, no dejarnos amilanar. Más pluralidad y menos singularidades. Un proverbio holandés dice que cuando soplan vientos de tempestad, unos corren a refugiarse y otros construyen molinos. A los molinos, pues, que no son gigantes. Tampoco nosotros somos quijotes.

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