Premio a la cartografía

Desde que la imprenta vino a ser algo así como la comunión universal de las ideas, los libros contribuyeron a transformar el mundo. Leer no mata. Tampoco engorda. Pero sí alimenta y enriquece el espíritu. Sabemos por El Quijote que «el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». Salamanca, unida a Cervantes por tantas razones, puede vanagloriarse de haber sido uno de los grandes centros de difusión de la cultura escrita debido a la cantidad y calidad de imprentas y librerías que albergó durante siglos. La industria de las artes gráficas tiene aquí uno de sus encomiables reductos, dado el número de investigaciones y publicaciones que generan sus universidades. Por mencionar un ejemplo concreto, la Universidad de Salamanca cuenta con la editorial más antigua y prestigiosa del sistema universitario español. No se trata de una apreciación subjetiva, puesto que los datos avalan sobradamente este aserto.

La Unión de Editoriales Universitarias Españolas (UNE) convoca sus premios anuales en las diversas categorías. Pues bien, Ediciones Universidad de Salamanca ha sido a lo largo de los años la universidad más premiada. Sin ir más lejos, en la última convocatoria se alzó con tres trofeos (cifra nunca antes conseguida). Uno de ellos, el correspondiente a una novedosa categoría instaurada por vez primera: la de coediciones con editoriales hispanoamericanas. El medallero de este año se resume así: premio a la mejor monografía en Ciencias Jurídicas y Sociales; premio a la mejor edición digital y multimedia; y premio a la mejor coedición iberoamericana por «la excepcionalidad de los materiales», como reza el documento acreditativo.

Con respecto a esta última obra, cabe resaltar que hunde sus raíces en otra de nuestras joyas, no sé si suficientemente conocida y valorada: la Biblioteca General Histórica. Los autores de la Cartografía de México en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca: lectura geopolítica de su imagen en el mundo occidental (1524-1835), son José María Sanz Hermida y José Luis Marcello Barriada, quienes nos muestran hasta qué punto los mapas antiguos plasman de forma directa y didáctica el lenguaje universal de las imágenes. Precisamente en esa mezcla de didactismo e investigación geográfica radica la excepcional riqueza de este tipo de documentos, ahora felizmente rescatados gracias al buen hacer de los dos investigadores y a la perfección técnica con la que el trabajo de impresión y encuadernación se ha llevado a cabo. Nos encontramos ante el modo en que nuestros antecesores pretendieron construir una realidad interpretable al contemplar un territorio cada vez más abarcable a medida que avanzaban los descubrimientos y la técnica cartográfica desplegaba todo su enorme potencial. En resumen, un premio bien merecido.