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Niños y perros

Existen hoteles solo para adultos, y hay hoteles donde no se admiten a menores de edad, pero sí a mascotas

Domingo, 15 de diciembre 2024, 05:30

Vivimos tiempos amnésicos y bobalicones en los que el futuro nos atormenta, el pasado nos aprisiona y, en consecuencia, el presente se nos escurre entre los dedos mientras cabalgamos sobre un mar de contradicciones. A veces uno piensa que estamos rodeados de necios, aunque, como decía Gracián en uno de sus aforismos, no hay nadie que crea serlo y mucho menos nadie que abrigue serias sospechas de que lo es. Y remataba el sagaz jesuita: «Son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen».

Pues bien, hablando de contradicciones, creo que una entre las muchas a las que nos enfrentamos en el mundo de hoy podría ser la relación existente entre las admisiones de niños y perros en ciertos hoteles. Claro, los niños contaminan mucho. Existen hoteles solo para adultos (ellos sabrán por qué y para qué), y existen hoteles donde no se admiten a menores de edad, pero sí a mascotas. Curioso, ¿no? Lo cual quiere decir que en determinados estratos de la sociedad los perros están mejor vistos que los niños, y eso que cada vez hay menos (niños, no perros). En Salamanca, por ejemplo, hay censados casi 15.000 perros y un número ligeramente inferior de menores de 14 años. Tenemos un perro por cada diez habitantes. Eso ni es bueno ni es malo, siempre que los chuchos estén bien cuidados, debidamente atendidos, regularizados y vacunados. Otro tanto podría decirse de la infancia, que no por serlo merece menos atenciones y vacunas que las mascotas. En el conjunto de España puede haber unos diez millones de perros y seis millones de niños nacidos a lo largo de los últimos seis años. También se podría sacar a colación el número de gatos (callejeros y censados), que supera ampliamente al de nacimiento de bebés. No olvidemos la fertilidad felina.

Visto así, están justificadas las preferencias a la hora de facilitar alojamientos a las animalias y poner impedimentos a los futuros seres racionales. Antiguamente el uso de razón se suponía que entraba a los siete años, ahora vaya usted a saber; responsables públicos hay que se jubilan sin haber gozado del más mínimo destello de raciocinio (quiero pensar que son excepciones). Algunos hoteles ponen límites al tamaño o al peso de las mascotas, unos cinco kilos. Parece razonable que no admitan huéspedes con un mastín o un San Bernardo, pongamos por caso. Ese tope no opera, que yo sepa y de momento, para aquellos huéspedes con sobrepeso, a los que sí quisieron penalizar las líneas aéreas debido al espacio que ocupaban determinados viajeros obesos en unos aviones diseñados para pasajeros enlatados cual sardinas. Volviendo a las contradicciones, una mujer menor de edad podría abortar, pero no sería admitida en un hotel de «adults only». Tal vez en los coches de silencio del AVE, donde por fortuna no suenan los teléfonos.

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