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¿Jamones para Trump?

Confiemos en que los jóvenes gringos sigan viniendo a estudiar español y a disfrutar de la hospitalidad

Domingo, 24 de noviembre 2024, 05:30

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El norteamericano medio no es el vaquero del Oeste, pero tampoco es el intelectual que Woody Allen nos presenta en sus películas. Ni la costa Este (Nueva York incluido) ni California representan el verdadero ser de esa gigantesca nación. En algún recorrido por diferentes estados he tenido contacto con gentes de diversas profesiones y niveles sociales. No me precio de conocer a fondo el espíritu norteamericano, pero creo poder asegurar que hay determinados valores que comparten la inmensa mayoría de los ciudadanos. Un agricultor del Medio Oeste, donde la vista se pierde entre granjas y maizales, puede que no esté al tanto –ni le interesen-- muchas de las cosas que suceden en Europa o en el resto del mundo, pero quiere que las importaciones de cereales no le perjudiquen, que el gasóleo para su maquinaria se abarate, que los coches chinos no descalabren la producción nacional, que la inflación no arruine su nivel de vida, que los impuestos no suban, que haya seguridad en sus domicilios, etc., y por lo tanto votará a quien le garantice eso, ya sea un candidato republicano o uno demócrata.

En Estados Unidos el concepto de derecha e izquierda dista de parecerse al europeo. En general, tanto los republicanos como los demócratas son mayoritariamente de derechas (o lo que por estos andurriales entendemos como derechas). Las ideologías radicales izquierdistas y revolucionarias solo han calado en estratos minoritarios, en ciertas universidades y determinadas capas de la población que pueden permitirse el lujo de jugar a ser progres con el riñón bien cubierto. Trasladar al otro lado del Océano nuestros paradigmas ideológicos partidistas puede servir para justificar las opiniones de críticos, de encuestadores fallidos y de politólogos, pero no necesariamente se corresponden con la realidad. Ni los exabruptos de Trump, ni los argumentos de Harris, ni los erráticos sondeos han hecho mella en la intención de los votantes. Por duro que suene, la cruda realidad del bolsillo – in God we trust— y la necesidad de un liderazgo fuerte han primado sobre las verborreas mitineras.

¿Cuál será la repercusión de un nuevo gobierno de Trump en Europa? Pongámonos en guardia por si acaso. Si comienza besuqueándose con Putin, si amenaza con aranceles a las importaciones, si amaga con que Europa se defienda a sí misma (nunca ha sabido hacerlo), mal vamos. Y si a Salamanca le pone barreras a la exportación de jamones y productos derivados del cerdo, vinos, mieles, queso y neumáticos, flaco favor nos hará la nueva presidencia. Estados Unidos no es un mercado global, ni mucho menos. Cuesta entrar en él y mantener allí el tipo. Confiemos en que los jóvenes gringos sigan viniendo a estudiar español, a disfrutar de la hospitalidad y a degustar el buen jamón sin que Trump se lo prohíba.

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