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CHURRAS Y MERINAS

Dos más dos

Dos más dos son lo que diga Puigdemont, no vaya a ser que se cabree más de la cuenta y se le ocurra revivir el Catacong

Domingo, 6 de julio 2025, 05:30

Si preguntáramos cuántas son dos más dos, la respuesta evidente sería: cuatro. Excepto si esa pregunta se la formulamos al Tribunal Constitucional: «Dime cuántas quieres que sean y te lo arreglo». Eso es lo que ha sucedido con la famosa sentencia sobre la amnistía evacuada, literal, escatológica y metafóricamente, el 26 de junio pasado (festividad de san Pelayo, para más señas). La polémica está servida, porque, entre otras cosas, recordamos las vehementes argumentaciones de miembros del Gobierno, altos cargos del mismo, apesebrados periodistas y tertulianos, y otros «opinólogos» cebados en las mismas cochiqueras, proclamando la inconstitucionalidad no solo de toda posible amnistía, sino de cualquier atisbo de indulto a los golpistas catalanes.

Ahora resulta que, como por ensalmo, lo negro se ha vuelto blanco y lo blanco se ha vuelto negro. Aunque, a decir verdad, el resultado de meses de sesudos debates en el seno de un tribunal de marcado sesgo ideológico ya se veía venir. Dos más dos, lo que diga Puigdemont, no vaya a ser que se cabree más de la cuenta y se le ocurra revivir el Catacong de otros tiempos. ¿No lo recuerdan los más viejos? Probablemente él tampoco, por razones de edad. Diremos para los jóvenes que a finales de los años sesenta del pasado siglo, en plena guerra del Vietnam, surgió en Cataluña un grupo de zumbados que propugnaban el Catacong (contracción de los vocablos Cataluña y Vietcong), cuya finalidad era fomentar la lucha armada frente al centralismo españolista y estatal. En cuanto a la lengua, les preocupaba más excluir el castellano que fomentar el catalán. El idioma caería cual fruta madura una vez lograda la victoria sobre el invasor. El movimiento resultó efímero y sus «logros» apenas se hicieron notar.

Decía Unamuno que la pereza espiritual huye de la posición crítica. Y en uno de sus poemas de 1907 nos recuerda el perpetuo rector salmantino que en el fango de la charca muerta se masca la ramplonería. Allí, entre el oscuro limo las ranas hibernan en una dulce modorra de la que salen de noche a papar moscas. No sé si esto es una premonición o acaso una alegoría de cómo están las cosas en la España de nuestros días, donde los gobernantes de turno nos hacen vivir en la mentira. Pero la mentira nunca ha ayudado a vivir. Como nos recuerda Concepción Arenal en uno de sus escritos «un pueblo ignorante produce poco; un pueblo corrompido distribuye mal sus productos».

Uno quisiera pensar que estas «bellaquerías detrás de la puerta» (Góngora, 1580) no son más que eso, travesuras sin dramáticas repercusiones en el futuro, pero visto el calado de las corruptelas y sinvergonzonerías habrá mucho que recomponer cuando los actuales ladronzuelos salgan caminito de la cárcel. Santos Cerdán ya lo ha hecho, no muy garboso, por cierto.

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