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Causó un justificado revuelo el hecho de que en medio de la tragedia de la Dana que arrasó la geografía levantina española, nuestros eximios culiparlantes entraran a saco a controlar el Consejo de Administración de RTVE. Nada que objetar, excepto lo inoportuno del hecho, que demuestra una sensibilidad semejante a la de una col de Bruselas. He visto en un periódico el careto de los nuevos agraciados en el contubernio y creo que solamente faltaba Otegui entre ellos para completar el cuadro plural y progresista. Como en los pasquines del viejo Oeste, el aviso de «Wanted» hubiera puesto el justo punto al retrato. Personalmente, se me da un ardite quién ocupe esos golosos y bien remunerados cargos, porque veo poco la tele y casi nunca sintonizo La 1. Ni falta que hace. Lo que molesta es lo precipitado y, si se me apura, lo degradante de la ocasión. Los que participaron en ese debate (si es que hubo debate, con todo ya guisado y comido de antemano), en mi opinión se cubrieron de basura, de inmundicias y de fango. Sean del partido sean, pastoreados por una presidencia de la Cámara emocionalmente insensible y una mesa del Congreso amoldable a la voz del amo y a todas luces acomodaticia.
Las consecuencias de la catástrofe que sufre el Levante español pervivirán durante mucho tiempo y quedarán para siempre en la memoria y en el corazón de quienes sufrieron la pérdida de familiares y amigos. Cuesta sacar de entre los escombros los pocos recuerdos que no se haya llevado el agua. Costará reconstruir los hogares devastados, reponer los enseres perdidos, sustituir títulos y documentos, en fin, rehacer la existencia, la vida. Costará aún más dolor encontrar los cuerpos todavía sepultados bajo el barro y los escombros. A poco solidarios que seamos, todos nos sentimos agobiados por el peso de una desgracia imprevista sobre la que no falta la consabida polémica de corte tan político como insensato. Otra desgracia adicional: la de los miserables que pretendiendo llevar el agua a su molino (y nunca mejor dicho lo del agua) buscan fallos y responsabilidades en el adversario político. Es decir, las vidas de cientos de personas, las millonarias pérdidas materiales, el sufrimiento de miles de conciudadanos se sacan en pública almoneda con el propósito de hincarle el colmillo al contendiente. Que si las alarmas se dieron a tiempo o a destiempo, que si yo avisé, que si tú no, que si se permitió edificar en lugares peligrosos, que si vías férreas y carreteras obstruyen pasos naturales, que si…Puro asco, vomitiva miseria humana.
Mi abuelo decía que el agua era mucho más difícil de combatir que el fuego. Razón no le faltaba, y de ello, por desgracia, hemos tenido la muestra. Agua, aire, fuego y tierra son elementos que de vez en cuando demandan dolorosos tributos.
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