Secciones
Destacamos
Curiosamente, a la sociedad en su conjunto no parece preocuparle ni mucho ni poco este asunto que, de llegar a perpetrarse, podría tener una tremenda repercusión en la propia configuración del Estado, además de hacernos sospechar que estaríamos viviendo, como decía Unamuno, en una auténtica «analfabetocracia». Tampoco los medios, más pendientes de otros acontecimientos relacionados con las variopintas corruptelas, tanto políticas como de bragueta, le han prestado el suficiente espacio a la denominada financiación singular o «trato diferenciado» de Cataluña (vulgo cuponazo).
Hace poco tuvo lugar a lo largo de toda una jornada un debate sobre la mencionada propuesta de financiación, auspiciada por FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), donde participaron especialistas de diferentes campos y tendencias ideológicas. Ya antes, esta misma entidad y varios expertos habían advertido de que el proyecto pactado en principio entre el Partido Socialista de Cataluña y Esquerra Republicana supondría nada más y nada menos que la fragmentación de la Agencia Tributaria, por no mencionar el hecho de ser inconstitucional y de que la financiación económica del país se iría por el sumidero. Dicho a la pata la llana, o a calzón quitado, si se prefiere: España tendría muy complicado el diseño de una distribución justa de las rentas si tres autonomías inaceptablemente favorecidas --por más que apelen a rancios y anacrónicos derechos poco digeribles hoy día y donde se genera en torno al 30 por ciento del PIB-- administren fiscalmente sus rentas, suelten las migajas sobrantes, y al resto del país que le zurzan.
Lo que planea en el horizonte no es ni más ni menos que una suerte de confederación en la que cada comunidad se las apañe como pueda por separado; un país ingobernable, porque el Estado no tendría recursos para una distribución equitativa y justa de la riqueza. ¿Cómo se repartirán grandes impuestos como el IRPF, el IVA o el de Sociedades? Estaremos, pues, ante un Estado fallido o poco menos. Unas comunidades podrán bandearse (Madrid, por ejemplo) y otras las pasarían canutas. Puede que Castilla y León no fuera de las peor paradas, pero, por si acaso, yo me tentaría la ropa. Las consecuencias de esa novedosa solidaridad interregional resultarían nefastas al desaparecer en la práctica un modelo común de financiación autonómica.
Una vez llevado a término el estropicio, de poco nos servirán los esfuerzos por aparentar ser honradamente ricos o resignadamente pobres. Pensemos que el mañana de ayer todavía es hoy, y aún cabe remedio a tamaño desatino si los políticos hacen caso de los informes emitidos por los expertos. Un viejo proverbio rumano nos recuerda que no se puede contentar al mismo tiempo a la berza y a la cabra. Adivinen quién comerá a quién.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.