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Opinión

Bares y carreteras

Cuando un pueblo pierde la escuela, pierde la mitad de su valor; cuando pierde el bar, lo pierde todo

Domingo, 18 de agosto 2024, 05:30

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En España hay miles de bares. El número de ellos en la provincia de Salamanca no creo que se aleje mucho del millar. Los hay de todo tipo. Desde los más rimbombantes y populares capitalinos hasta los más modestos situados en los pequeños pueblos que constituyen auténticos centros de vida y relaciones sociales del vecindario. Por eso quiero aludir a dos encomiables iniciativas adoptadas por la Corporación Provincial, o sea, por la Diputación de Salamanca.

Hacen referencia a la sequía nada metafórica que padecen muchos núcleos rurales en lo relativo a bares y lugares de esparcimiento donde las gentes puedan reunirse, tomar algo, leer el periódico, comentar las noticias o las esquelas y, en fin, hacer un poco de vida social y de convivencia («combebencia» incluso) en entornos muy necesitados de ello. Cuando un pueblo pierde la escuela, pierde la mitad de su valor; cuando pierde el bar, lo pierde todo. Quien más y quien menos conoce ejemplos en esta España interior envejecida, sufrida y vaciada, sin sucursales bancarias y con deficiente cobertura de internet, donde los vecinos apenas se comunican, porque cada uno está en su casa atontándose frente a la tele cuando, en realidad, lo que les gustaría es acercarse al bar, tomar el vermú o el café, echar una partida a las cartas o al dominó y, en caso de que haya fútbol, poder comentar las jugadas en comunidad, fundirse con la vocinglería y el griterío de la audiencia tabernaria y televisiva.

Faltan en los pueblos bares donde las gentes puedan intercambiar opiniones, chascarrillos o menudencias cotidianas. En verano, mal que tal, aún caen visitantes con sus familias, niños que piden chuches o helados, y alguna comida que otra, además de las fiestas del santo, sobre todo en agosto. Pero ese alivio dura, como mucho, un par de meses. Luego vuelve la soledad no deseada. En invierno es aún peor, porque al escaso consumo hay que añadir el coste de los pellets para la estufa. No resulta rentable mantener un establecimiento con cuatro clientes de partida de mus y carajillo. La caja no alcanza ni para los gastos ordinarios del local. Así, los únicos centros cívicos refugio de conversaciones que puedan ir quedando en zonas más habitadas son los tanatorios. Por eso me parece bien que las instituciones apoyen económicamente la supervivencia de esos bares en peligro de extinción. Y que se mejore el estado de las carreteras de titularidad provincial para llegar a ellos. Las redes comarcales y municipales precisan de inyecciones económicas para adecentar unas vías de comunicación necesitadas de mejoras y retoques. Son carreteras acaso más humildes que las autovías y autopistas flanqueadas por luces con destellos de colores, pero vitales para unos usuarios que en esta provincia también pagan sus impuestos.

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