Tuno negro, tuno rancio
Entre tanta mediocridad y «quiero y no puedo», el relato manda mensajes al futuro que sí han pervivido 25 años después
Todo empezó hace apenas unos días, cuando mirando a la hemeroteca de este periódico recordábamos que hace 25 años se rodaba en Salamanca una película que armó bastante revuelo. Muchos la recordarán, a excepción de quienes se hayan esforzado expresamente en olvidarla. Se llamó, y se llama «Tuno negro» y pretendía ser un «thriller» que, emulando un género juvenil de éxito en los Estados Unidos, presentaba a un psicópata asesino que se disfrazaba de tuno para cometer sus crímenes entre los estudiantes. Muchos sustos y mucha más sangre. La belleza de Salamanca y su Universidad eran tan protagonistas como los propios actores y nos las prometíamos felices pensando en la promoción turística que el film aportaría a la ciudad. Spoiler: salió mal.
Sin duda las críticas negativas que recibió entonces la película ahuyentaron de mi cabeza el interés por verla. Pero se ve que con la edad las líneas rojas que uno se marca terminan por palidecer, y acabé buscándola por las plataformas y sucumbiendo. Allí estaban Jorge Sanz, Patxi Freytez, Maribel Verdú y Sergio Pazos, todos con más de 30 años, intentando pasar por universitarios en Salamanca, junto a Silke, Fele Martínez y el recientemente fallecido Eusebio Poncela, entre otros. No desvelaré un ápice del argumento, pero 110 minutos después comprendí, a modo de conclusión, cuánto ha cambiado este país en apenas un cuarto de siglo.
Más allá de lo mal que han envejecido los paupérrimos efectos especiales y del protagonismo de un internet de la edad de piedra que asombraría a los jóvenes de hoy, la cosificación de las mujeres y los piropos machirulos y rancios que abundan en la cinta rechinan a cualquier espectador de 2025. En esta línea, los codirectores Pedro L. Barbero y Vicente J. Martín, quienes tras su estreno en Salamanca respondieron a los internautas en un chat sobre la película, mostraban su satisfacción por su buen ojo a la hora de escoger las actrices reconociendo que «están todas muy buenas».
Pero no fue el argumento incoherente de «Tuno negro» ni la interpretación regulera de sus actores lo que más me llamó la atención. Entre tanta mediocridad y «quiero y no puedo», el relato manda mensajes al futuro que sí han pervivido 25 años después. Como las novatadas a los que se someten los «pardillos» que quieren entrar en la tuna, cuando ayer mismo el Ayuntamiento y las universidades de Salamanca y Pontificia volvían a activar la campaña 'Stop Novatadas' con el inicio del curso. Hay lacras de las que nuestra sociedad no acaba de desprenderse. Y entre el criticado guion de la película me llamaron la atención varias lúcidas perlas que hoy son plenamente vigentes. El misterioso «tuno negro» amenaza a las víctimas con las que chatea y, para restarle importancia, el personaje de Sergio Pazos sentencia: «eh, que cualquier 'venao' puede decir una gilipollez en internet». Dicho y hecho. Un cuarto de siglo después, las redes están pobladas de descerebrados que aprovechan el anonimato para crispar el ambiente y hacer daño. El desastre va a más y ni las instituciones ni los dueños del cotarro han querido arremangarse para ponerle coto.
Pero hubo otra frase del guion que tuve que apuntar. No recuerdo quien la pronunciaba, ni en qué contexto, pero decía asÍ: »La sociedad encumbra a los mediocres y a los vulgares. Quizás seamos mejores, pero ellos son más». Dentro de un guion deslavazado e incoherente, una perla de lucidez. Aquella película que hoy recordamos 25 años después marcó la trayectoria de sus directores y de su protagonista, Silke. Sus carreras cinematográficas cayeron en picado y no volvieron a hacer nada salvable. Pero aquel intento de hacer un «Scream» a la española se merece nuestro recuerdo. Porque de tan malo que es, ya se empieza a considerar film de culto.