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Hermano Presidente

Ya lo vimos en 2020 y lo hemos visto ahora. Somos una sociedad tan globalizada como vulnerable

Miércoles, 30 de abril 2025, 06:00

La mía es una Sony de esas horizontales, que va con tres pilas AA que duran muchísimo. Muy útil para acompañar en la cocina y el cuarto de baño. La tengo desde no sé cuánto tiempo, y creo que nunca ha visto mundo. Su función específica es tenerme al corriente de las cosas fundamentales que pasan ahí fuera mientras ando ocupado en faenas menores. Solo voces que cuenten cosas. Es una radio de esas de batalla, quizás un poco sucia y desgastada por fuera, que exhibe las cicatrices de unas cuantas caídas a las que sobrevivió felizmente. Una radio de las que se reivindicó con orgullo durante la conflictiva jornada del lunes, el día del Gran Apagón.

«Se está muriendo gente que no se había muerto nunca», decía nuestro recordado director Íñigo Domínguez. Aquella broma, que soltaba sin descomponer su gesto serio, simbolizaba la esencia de la noticia, esas cosas más o menos trascendentales que pasan y que no habían sucedido anteriormente. El lunes vivimos una de ellas. Y de las gordas. Y nuevamente quedó demostrado, por si a alguien le cabía alguna duda, que a las comodidades de la modernidad nos acostumbramos muy fácil y que, como sociedad, avanzada, somos muy débiles.

Como el boxeador aturdido que, tras recibir un directo a la mandíbula, mantiene la mirada perdida preguntándose cómo ha terminado ahí y qué hace toda esa gente gritando, este país llamado España sigue preguntándose cómo pudo ocurrir lo que pasó el día 28 de abril pasadas las 12 y media de la mañana. Fue un fundido a negro histórico que, por fortuna, sucedió un día radiante y soleado de primavera que, además, en Salamanca era medio fiesta. No quiero ni imaginar que el corte de suministro se hubiera producido en una noche de invierno, con todo el mundo dependiendo de la luz eléctrica y de los sistemas de calefacción. Dentro de lo malo, tuvimos fortuna.

De las hipótesis que se están formulando, podrán encontrar la oportuna información en otras páginas. Pero llama la atención que veinticuatro horas después del desastre, no se supiera ayer a ciencia cierta quién o qué ocasionó que se cayera el sistema energético de dos países enteros del suroeste de Europa. A dónde diablos se fueron esos 15 gigavatios. Y llama más la atención el interés desmedido del presidente Sánchez por aparecer en televisión en esas comparecencias huecas de contenido. Parece que nuestro amado líder cogió gusto a aquellas apariciones estelares semanales con que nos obsequió durante los duros meses del confinamiento y siente la necesidad de aparecen en nuestras casas como presencia protectora, el padre bueno que cuida de nosotros, el Gran Hermano de «1984». [Por cierto, imagino que con tantos años de reality ya es un poco tarde, pero el «Big Brother» de la novela de George Orwell debió ser traducido como «Hermano Mayor», que es lo que realmente significa].

Lo de las comparecencias de Sánchez tiene la pinta de ser otro espectáculo televisivo dirigido a lo mismo, ganarse a la audiencia y dejar mal a otros para no ser el nominado. Ayer sembró dudas sobre la gestión de las eléctricas y sigue sin descartarse que se produjera un ciberataque externo. El Gobierno aún no puede explicar lo sucedido y recurre a la clásica comisión de investigación para intentar averiguar algo. Yo les deseo mucha suerte en sus pesquisas, pero me invade la sensación de que ningún Gobierno puede garantizarnos que un desastre así, del tipo que sea, no vuelva a suceder. Ya lo vimos en 2020 y lo hemos visto ahora. Somos una sociedad tan globalizada como vulnerable. Si tienen un trasto como el mío, consérvenlo para el próximo Día del Orgullo de la Radio a Pilas.

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